N ° 03/2002
Buenos Aires, mayo 13 de 2002.-
Para entender esta cuestión debemos hacer algo de historia. Cuando en 1983 Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación no solo fue cabeza de una revisión parcializada y por lo tanto mentirosa de la guerra sucedida en Argentina entre 1973 y 1981, sino que también instaló en los medios comunicación a quienes se encargaron de reivindicar a los terroristas y guerrilleros subversivos, sino de derogar las leyes que castigaban tal accionar por constituir delitos.
Durante los años de Alfonsín se instalo tanto en la educación como en los medios de comunicación la idea del asimilar represión con tortura, genocidio y uniforme. Así se logro instalar en las conciencias de muchos argentinos y en especial de los más jóvenes la idea que todo policía, militar, gendarme era un “represor y genocida”.
Ni los combatientes y héroes de Malvinas se salvaron de ese trato falaz.
Uno de los pasos anticapitalistas del programa socialista de Alfonsín consistió en derogar los delitos de subversión previstos en los artículos 1° a 5° de la Ley 20.840. Así la Argentina paso a poder juzgar y condenar empresarios por “subversión económica” pero los Gorriarán Merlo y Verbitsky, Bonasso, Caparrós, Anguita, etc. pudieron convertirse en periodistas.
En Argentina logramos tener una ley que comienza por el artículo 6°, pero eso no fue casualidad, sino parte de un programa de reivindicación del accionar terrorista. Con ello se logro instalar la idea que poner bombas, matar, secuestrar, torturar por razones ideológicas totalitarias para alterar el orden constitucional no solo no debía ser castigado sino que inclusive reprimirlo era un exceso.
También por supuesto se derogaron los delitos por los cuales se incriminaba la propaganda de ideas totalitarias y subversivas. Esto sirvió para exculpar a los terroristas procomunistas ya que los nazis afortunadamente quedaron penalizados por la ley antidiscriminatoria impulsada por el entonces Senador Fernando de la Rua. Así los violentos terroristas asesinos de antaño pudieron retornar al país y evitar los juicios y eventuales castigos que les hubieran correspondido.
Fruto de ello al solo investigarse y castigarse, en forma inconstitucional además, a las Fuerzas Armadas y de seguridad se instalo en la conciencia de los argentinos la falsa idea que aquí hubo jóvenes idealistas de un lado y del otro un grupo de perversos genocidas. Así se cambió la historia y se nos dio una historia oficial, algo que solo necesitan las dictaduras, aun cuando sean votadas.
Ello explica también porque hoy existen tantos jóvenes violentos, que matan policías, gendarmes sin ninguna vacilación, es que fueron educados en el odio al uniforme, en la enseñanza perversa que un uniformado es un genocida. El resultado de la prédica esta a la vista.
El resultado de esa mentira prolijamente instalada durante años resulta en esta anestesia social ante el diario homicidio de policías, de la falsa acusación de planteos militares cuando son los mismos periodistas izquierdistas quienes alientan los falsos rumores.
Así es como también se entiende porque Alfonsín y sus seguidores están tan alterados por la derogación del artículo 6° de la Ley 20.840 (que dicho sea de paso fue sancionada por un gobierno constitucional). Es que ahora Alfonsín debería explicarnos porque matar, torturar, secuestrar, violar el orden constitucional y la paz social no son delito pero si “poner en peligro la economía”. Algo que además él ha realizado con mucho más éxito que todos los banqueros.
Quiero recordar aquí que cuando Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación existían reservas por más de U$ 3.500 millones, al huir con su renuncia anticipada, previo exigir alguna impunidad, dejo menos de 60 millones de reservas en el Banco Central de la República Argentina. En diciembre de 1999 las reservas eran más de U$ 35.000 millones, solo 2 años más tarde habían bajado a U$ 21.000 millones con la gestión del gobierno que Alfonsín impulsó junto a Chacho Álvarez, Elisa Carrió y el Grupo Clarín, hoy son menos de U$ 11.000 millones.
El sistema financiero argentino en 1989 tenía menos de U$ 10.000 millones de dólares, en diciembre de 1999 el “perverso” Carlos Menem dejo un sistema que tenía más de U$ 100.000 millones. Hoy son menos de $ 50.000 millones, pesos no dólares.
Tamaña destrucción de riqueza que en tres oportunidades ha tenido por actor e ideólogo principal a Raúl Alfonsín exime de mayores comentarios. La locura o borrachera que demostró días atrás en un programa de propaganda del Grupo Clarín que conducen Marcelo Bonelli y Gustavo Silvestre y luego al debatir en el Senado Nacional la derogación del delito que con toda perversidad anticapitalista dejo vigente.
Eso sí ha sido subversión económica.
Sus exabruptos me temo que van más allá de la demencia o una borrachera, muestra que su maldad e hipocresía no tienen límite moral alguno. Igualmente la de muchos de sus seguidores.
Que Alfonsín se permita él juzgar la constitucionalidad del gobierno de los EEUU, calificarlo de terrorista, de peligro universal muestra la medida de su locura y de su perversidad. Máxime cuando pretende que el actual desgobierno de Eduardo Duhalde, llevado con su complicidad es legítimo. Ya he explicado que ello es falso (ver Argentina Days 01/2002). Solo su odio enfermo puede explicar esta reacción.
Pero tal vez existe también otro motivo que le ha dolido a don Raúl Ricardo, han sido las acusaciones de corrupción que algunos funcionarios norteamericanos han repetido. Sí, solo han repetido lo que todos decimos aquí en forma constante, claro que tiene otra resonancia cuando la hija de Alfonsín y su yerno residen en los EEUU, explotan una clínica muy importante en la Florida que adquirieron con el préstamo de un fondo de Inversión de Gran Caimán. Tal vez don Raúl Ricardo además de haber puesto de ñoqui a su secretaria por años en el Senado sienta que algunas acusaciones empiezan a picarle más cerca.