N ° 1/2003
Buenos Aires, febrero 11 de 2003.-
La gran mayoría de la opinión publicada mundial desde hace meses insiste en presentar al presidente de los EE.UU. como un cowboy, belicista desenfrenado, un loco que podría llevar a la humanidad a una guerra atroz, mientras presentan a los gobiernos de Francia y Alemania como sosteniendo políticas más civilizadas.
Es bueno recordar que a comienzos de la década de 1930 a Winston Churchill se lo trataba también como un belicista incurable cuando denunciaba que debía impedirse la toma del poder por el nazismo en Alemania, y luego cuando reclamaba atacarla “preventivamente” para impedir su rearme.
No se le hizo caso a Winston Churchill y Alemania bajo el gobierno nazi y con el apoyo de la mayor parte de su pueblo comenzó la Segunda Guerra Mundial, que causo la muerte de más de 42 millones de personas. Cabe destacar que la gran mayoría fueron víctimas del nazismo, del comunismo y de los japoneses.
Los norteamericanos, canadienses e ingleses derramaron su sangre por África, y casi toda Europa occidental y meridional para derrotar al nazismo, liberar no solo a Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Dinamarca, Noruega, Grecia, sino a los propios alemanes de la dictadura nazi.
Tampoco fue escuchado durante la guerra misma Winston Churchill cuando propuso que la invasión a Europa fuera realizada por el sur y se avanzara desde Grecia a Polonia, dejando a los comunistas encerrados en la Unión Soviética y como forma de asegurar la libertad de los pueblos de Europa Oriental. Se necesitaron centenares de miles de víctimas durante 44 años para que se derribara al comunismo de esa región. Quienes impulsaron una política internacional que precipitó la caída del Imperio del Mal fueron Ronald Reagan y Margaret Thatcher, casualmente también la opinión publicada mundial los trataba de belicistas.
Existe otra línea argumental contra la política exterior de los EE.UU. y es señalar que a lo largo de los últimos años a veces ha apoyado también otros regímenes no democráticos, e inclusive alguna vez a los iraquíes. Omiten señalar estos nostálgicos comunistas, hoy autodenominados progresistas, que por lo general fue el mismo EE.UU. quien contribuyo a derrocar a muchos de esos dictadores, que inclusive en casos como el de Cuba y Nicaragua los regímenes castrista y sandinista –ambos comunistas- fueron aún más sanguinarios que el régimen que derrocaban. O en el caso de Irán se instauró una teocracia brutal en sustitución del Sha.
Los EE.UU. han seguido muchas veces una política exterior del mal menor, en especial mientras la Unión Soviética y sus aliados perseguían imponer la tiranía comunista, la supresión de las libertades de la humanidad entera, y la vida de todos quienes se animaran a pensar distinto. No siempre la política permite elegir entre un bueno y un malo, muchas veces se elige entre un malo y uno peor. Fue el caso de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, donde las democracias terminaron aliadas con la Unión Soviética –aunque ello se debió a la ruptura del tratado de alianza entre nazis y comunistas por los primeros-. Claro que esta cuestión para los progresistas queda en el olvido ya que no conviene recordarle al mundo la brutal dictadura comunista.
Las decisiones de los EE.UU. tomadas durante la “guerra fría” correspondieron muchas veces a la necesidad de contener la agresión comunista, a tener un mal menor, apoyando regímenes antisoviéticos aun cuando fueran dictaduras.
Cuando los taimados críticos reprochan las relaciones con otros regímenes como casos de Pakistán, Arabia Saudita, etc. omiten cuidadosamente explicar que no hay en esos países alternativas democráticas, sino aun más teocráticas y totalitarias. Tampoco analizan la historia de esos países y su cultura.
Lo que orienta a esos críticos es su anti norteamericanismo, su militancia pro comunista anterior, hoy disimulada en democratismos formales.
La política internacional es una cuestión también práctica, cuando muchos apoyaron en los 70 y comienzos de los 80 a los mujahidines (aun cuando Osama Bin Laden fuera uno de ellos) o a Saddam Hussein existían enemigos más peligrosos y estos no habían desnudado sus odios e intolerancia. Hoy sabemos que son un peligro para la paz mundial, para la vida de todos los occidentales, seamos judíos, cristianos o ateos.
La violencia aún cuando no sea de nuestro gusto muchas veces es necesaria para resolver este tipo de problemas, también para imponer la democracia. Sino miremos el caso de Europa en el Siglo XX, se necesitaron dos guerras mundiales y ocupar Alemania entera y la imposición de un régimen político tutelado por EE.UU. y Gran Bretaña para democratizarla, situación similar a la impuesta al Japón.
Igualmente los franceses y alemanes tienen intereses concretos en evitar la invasión de Irak pero nadie analiza que a pesar del embargo algunas empresas, aun las que tienen participación de sus estados, han continuado proveyendo agentes químicos necesarios para hacer gases tóxicos y otros agentes químicos de destrucción masiva. Primero existe la fundada sospecha que empresas de ambos países -algunas son inclusive estatales- habrían continuado vendiendo elementos necesarios para el desarrollo de armas químicas y bacteriológicas, así es que no sería de extrañar que hoy se busque encubrir que han continuado ayudando a un brutal dictador en su programa armamentista con grave riesgo para su pueblo, sus vecinos y todos nosotros.
Llama también la atención que esos países y periodistas que tanto han hecho para establecer esa ilegítima corte penal internacional para juzgar genocidas, crímenes de lesa humanidad, que se llenan la boca condenando que EE.UU. no se sume al tratado intenten conservar al genocida de Saddam Hussein. No, no llama la atención esa hipocresía sino que se la toleremos en silencio.
El petróleo sí es una cuestión relevante de esta crisis, pero no solo para los EE.UU. sino para muchos otros. Veamos algunas cuestiones históricas de la cuestión petrolera en medio oriente y la actitud de Norteamérica. Cuando las compañías petrolíferas norteamericanas fueron estatizadas por las naciones árabes por mucho que se dijo no hubo represalia ni política, ni militar. Si la cuestión del petróleo fuera tan relevante resulta a las claras más importante Venezuela para los norteamericanos que Irak, sin contar las distancias.
Desde la segunda crisis internacional del petróleo en 1978 los EE.UU. creció económicamente un 16% mientras su consumo de petróleo se redujo un 15%, y más importante aún las importaciones de petróleo de la región del Golfo Pérsico cayeron un 87%. Ciertamente la innovación tecnológica es más importante para los norteamericanos que apropiarse del petróleo iraquí. Si faltara algo debemos destacar que George W. Bush ha incluido en el proyecto de presupuesto de este año la suma de U$ 1.200 millones para el desarrollo tecnológico de motores de combustión con hidrógeno para impulsar una mejora del medio ambiente, pero cuya consecuencia será reducir aún más el consumo de petróleo.
El petróleo ante todo es muy relevante para muchos de los vecinos de Irak que hoy disfrutan de un alto precio internacional por las restricciones de producción en ese país. Si los norteamericanos ocuparan Irak y liberaran la producción y exportación del petróleo iraquí los primeros afectados por la mayor oferta y el menor precio serían Arabia Saudita, Irán, Rusia. Y es lo que ha de suceder ya que ningún gobierno norteamericano podría emplear dinero de sus contribuyentes para ayudar a una nación que tiene recursos para ser reconstruida.
Saddam Hussein no ha usado jamás la renta del petróleo iraquí para desarrollar su nación, su pueblo, sino para sus programas de armas de destrucción masiva, sus fuerzas armadas y represivas. Desde ese punto de vista el pueblo iraquí debería esperar una mejora ante la segura baja del gasto militar. También los vecinos que ya no necesitarían defenderse de los designios conquistadores de Hussein.
Hussein usa la renta del petróleo en sus ejércitos, lo cual amenaza a sus vecinos que son importantes productores de petróleo, como ya hizo en 1990 al invadir Kuwait, por lo tanto el petróleo de los países vecinos, o mejor dicho la independencia y tranquilidad de esas naciones hacen a la cuestión de esta guerra.
Una cuestión que también debe analizarse es la política dual interna de muchas naciones árabes. Unas veces oficialmente rechazando las políticas norteamericanas pero colaborando extraoficialmente, o al revés cooperando con los EE.UU. mientras cobijan y financian redes terroristas. Este doble juego ha sido tolerado hasta hoy pero si los norteamericanos derrocaran a Saddam Hussein el mapa quedará alterado y ya no habrá más posibilidades de doble juego.
Con tropas norteamericanas en Irak, Siria quedará encerrada entre Turquía, Israel y las tropas norteamericanas por tierra y la sexta flota en el mar Mediterráneo. Arabia Saudita también deberá dejar de tolerar que algunos de sus jerarcas colaboren con Al Qaeda ya que las tropas norteamericanas lo tendrían rodeado desde Irak, Yemen, Omán, Kuwait y la sexta y tercera flota en los mares circundantes. Irán deberá ver a los norteamericanos en Irak y Afganistán, además del Océano Índico dominado por la armada estadounidense.
En suma un nuevo mapa geopolítico desplazara a los europeos y sus tradicionales juegos políticos, a muchos gobernantes árabes los llevará a tener que solucionar muchas cuestiones de autoritarismo y doble cara con el terrorismo.
Finalmente George W. Bush comparte con Ronald Reagan una forma de llevar la política exterior que molesta a los izquierdistas que dominan universidades y medios de comunicación. No temen identificar a su nación con el “bien” y señalar que otros estados se identifican con el mal. Así Ronald Reagan llamo a la Unión Soviética el Imperio del Mal y George W. Bush a los gobiernos de Irak, Irán, Corea del Norte, ex talibán como el “eje del mal”. Ninguno de ellos aceptó la visión utópica y pro izquierdista que se expresa en las Naciones Unidas, en universidades, medios de prensa y cafés. También saben que un concepto central de la política exterior es que una nación militarmente poderosa debe tener la disposición de usar ese poderío cuando es amenazada. Y lo debe usar sin medias tintas, cuando lo hace se obtienen fracasos como Bahía Cochinos, Vietnam o los de Clinton en Somalia.
No repitamos los errores que ante los nazis y comunistas se cometieron en el siglo XX, la libertad personal requiere la disposición de ser valiente, de arrostrar a los enemigos de la libertad. No se puede negociar con alguien que solo quiere suprimir nuestra capacidad de vivir en libertad, de pensar y si fuera necesario nuestra vida misma. Las políticas de apaciguamiento con dictadores brutales jamás trajeron buenos resultados.
Si Norteamérica y sus aliados invaden a Irak para derrocar la genocida dictadura de Saddam Hussein estaremos ante una causa justa como cuando desembarcaron en Normandía para liberar media Europa del nazismo. ¿Porqué los franceses y alemanes merecían que los yanquis derramaran su sangre para liberarlos de un genocida y no el pueblo iraquí?