N ° 11/2002
Buenos Aires, septiembre 09 de 2002.-
Las Naciones Unidas gastaron una fortuna en una “cumbre” en Sudáfrica para promover el desarrollo “sustentable”. Periodistas, académicos, políticos fracasados (vean sus países sino) y activistas se deshacen en loas al objetivo de la cumbre y llenan su boca a favor del “desarrollo sustentable” como si fuera un nuevo dios. No pueden ni definirlo pero debemos aceptarlo como algo bueno y deseable, es bondadoso y políticamente correcto.
La cobertura de la cumbre consiste en reportear a enemigos de la globalización, anticapitalistas y todo tipo de personaje que maldiga a las empresas y la tecnología como dañinas para el medio ambiente. No importa que sean los pueblos más pobres quienes peor uso hacen de la energía, y más derrochan recursos naturales, la culpa siempre es del capitalismo y el imperialismo, preferentemente norteamericano además.
Los activistas de grupos ecologistas, que son verdaderas sandías (verdes por afuera y rojos por adentro), se lanzaron a rechazar los reclamos de quienes como productores agropecuarios, comerciantes e industriales de países subdesarrollados pedían la apertura de los mercados del Primer Mundo para permitir el desarrollo.
Estos últimos tienen razón no hay desarrollo posible sin libre comercio.
Las ecologistas sandías reclaman más ayuda monetaria que siga manteniendo a los países pobres en esa condición, perdón de la deuda y vociferan contra las naciones más desarrolladas como si estas fueran las culpables de la pobreza del Tercer Mundo.
Aun cuando nos perdonaran la deuda a todo el Tercer Mundo eso no solucionará nuestra pobreza. Nuestra pobreza proviene de sistemas institucionales donde no se respeta el derecho de propiedad, los contratos, la moneda, etc. pero eso no lo hacen los gobernantes del Primer Mundo, sino los nuestros quienes hacen su negocio de la pobreza y echar culpas afuera.
Sin embargo y aún a pesar de semejante clima la mayor cantidad de la inversión en el Tercer Mundo es realizada por empresas provenientes de EE.UU, Japón y Europa Occidental.
A pocas millas de la misma Sudáfrica está el ejemplo de Botswana, que cuando fue independizada en 1966 tenía un ingreso per cápita de U$ 80 anuales y hoy es de U$ 6.600 anuales y tiene reservas monetarias de U$ 6.200 millones que con solo una población de poco más de 550.000 habitantes las convierte en una de las más elevadas del mundo per cápita. El secreto de este milagro económico no han sido las minas de diamantes porque Zaire (Congo) tiene minas más importantes y productivas, sino un régimen estable de respeto del derecho de propiedad, bajos impuestos y una economía abierta. Políticas ya establecidas antes de descubrir sus minas de diamantes.
Sí, suena extraño pero Bostwana es la economía más abierta de toda África y la que más ha progresado desde su independencia. Botswana jamás ha tenido un gobierno que estatizara empresas o creara empresas para desarrollar tecnologías, reemplazar importaciones. En otras palabras no creyeron jamás en el sueño socialista. Sí tienen hoy demagogos que quieren despilfarrar riquezas acumuladas, tienen también (como todo el continente) un alto porcentaje de habitantes infectados con sida, pero hay que señalar que tienen un programa de salud especialmente destinado a erradicar la enfermedad para el año 2016, las tasas de infección ya son declinantes.
Por supuesto que ni los ecologistas sandías (en su gran mayoría acomodados militantes de naciones occidentales), ni el periodismo, ni la mayor parte de las delegaciones pueden definir “desarrollo sustentable”, ni mirar el ejemplo de Bostwana. Para todos ellos la cumbre solo era otra oportunidad para expresar su anticapitalismo y su especial odio por los EE.UU.
Ninguno de quienes repiten esa cantinela puede demostrar que el mundo sea hoy peor que hace un siglo, o algunas décadas. Las naciones que más crecen son naciones en desarrollo. Tampoco saben que la riqueza no es algo dado y único que debe repartirse como si no quedara nada más. Si con honestidad revisaran la historia podrían ver que nada menos que los EE.UU eran hace 200 años un pueblo pobre, que no conquistaron y saquearon otras naciones, mientras que las potencias europeas, africanas y asiáticas sí se dedicaban con ahínco a esas políticas. Pero si a algo se niegan es a ver porque naciones como los EE.UU, Australia, Nueva Zelandia, Botswana, Gran Bretaña, etc. progresaron y salieron de la pobreza.
El mensaje de la Naciones Unidas, los acomodados dirigentes de la cumbre, periodistas y académicos es que la riqueza es estática y debe ser repartida por “gente más bondadosa”. No importa que la riqueza sea un concepto dinámico, de creación permanente y que exista demostración que repartiendo las piezas de un reloj entre quienes no lo tienen hace que nadie tenga la hora.
La responsabilidad del periodismo y de los académicos en esta cuestión es mayúscula ya que su falta de objetividad, su militancia socialista, es lo que permite que burócratas y políticos aumenten su poder y lo retengan a costa de la libertad y miseria de sus pueblos.
No resulta extraño que las Naciones Unidas sigan despilfarrando recursos de los contribuyentes de los países desarrollados para que viajen y se enriquezcan las burocracias y oligarquías de los países más pobres de África y Asia, lo que si resulta repugnante es que militantes ecologistas sandía y periodista sigan siendo cómplices de esas oligarquías solo por odio al capitalismo.