N ° 10/2002
Buenos Aires, agosto 26 de 2002.-
La Argentina del matrimonio Duhalde puede haber entrado en la categoría de paraíso terrenal, si tenemos en cuenta que el gran programa de investigación de la televisión argentina, caracterizado como valiente y osado, reconocido por sus virtudes inquisitivas con el premio Martín Fierro, se dedica a destapar hoyas como la falta de pago de determinados servicios por parte de una fundación política del ex gobernador Ramón Ortega o videos de sus ensayos de discursos políticos o el pago en negro a los empleados de un peluquero.
No fue el único galardón a la valentía. La ironía política en los programas de humor también recibió su reconocimiento, aunque a quienes la explotan en nombre de la rebeldía (por no decir revolución) se le escapan por completo los esfuerzos por darles letra que hace el gobierno, anunciando fiestas como ningún otro anterior o haciendo pronósticos dignos de manosantas poco precavidos. Parecería que más vale reírse de cosas ocurridas unos años atrás que de la actualidad; no vaya a ser que alguien se ofenda.
Un poco de buena edición y la impostación de voz de un locutor habilidoso es mucho más fuerte que una realidad donde, sólo por ejemplo, el presidente de la Nación no se animó a concurrir a la inauguración de la Sociedad Rural que representa a uno de los pocos sectores que se suponían beneficiados por la devaluación, y que el secretario del área que concurrió en su reemplazo fue abucheado como Alfonsín en 1988.
Tal vez el no pago del aporte patronal de una peluquería sea un escándalo que supere al repentino entusiasmo de jueces y fiscales que se supone tienen que ser imparciales y no un instrumento del poder, por procesar a enemigos del gobierno. ¿Pero que hay de los cientos de planes de demagogia directa perdidos en los pasillos de los bancos oficiales en préstamos incobrables para amigos del poder que no son precisamente pobres?
Ver en televisión o escuchar en radio los abundantes ciclos de la izquierda mediática, enterarnos de que la mayoría de las noticias tienen seis gobiernos y dos años de antigüedad, no puede menos que darnos la impresión de vivir en la nueva Suiza latinoamericana, ahora que Uruguay está en problemas. Pero ya que el pasado interesa más que el presente, tal vez por los malos recuerdos del primero y la brillantez del segundo, se podrían atar cabos y recordar al juez Bernasconi y su inauguración de la metodología de utilizar las cárceles como instrumento de marketing político. Ni Maradona, verborrágico como ninguno parece tener motivos para hablar hoy en día. ¿Será que tiene muchos más para callar?
No niego que descubrir que un candidato ensaya discursos puede ser un hecho de corrupción mayúsculo, pero al menos habría que darle algún espacio a preguntarse, a la luz de la pobreza existente, que fue del fondo de conurbano bonaerense que ascendió a la módica suma de seis mil quinientos millones de dólares y se aplicó a obras hechas en su totalidad por el sistema de compra directa. Si se conjeturara como se conjetura con los peluqueros con esa cifra (por ejemplo, por curiosidad matemática calculando el 15% de semejante cantidad), podríamos imaginar (aunque no sea el caso de estos ciclos) tal vez el por qué de tanto silencio o el bochornoso ruido que lo reemplaza y lo torna impúdico.
O en la Argentina vivimos una realidad virtual mediática que nos tiene sumidos en el túnel del tiempo como en los peores regímenes macabros del siglo XX, o realmente estamos tan bien que no vale la pena hablar del mayor acto de pillaje que el Estado argentino haya cometido: el de rapiñar el patrimonio de buena parte de la población a favor de unos cuantos vivos, bajo la denominación de corralón, devaluación y pesificación asimétrica. También se podrían sacar cuentas con los cuantiosos beneficios que estos crímenes produjeron a algunos, pero no hay que olvidar que las únicas grandes ganancias a las que se oponen nuestros inquisidores y su ejército movilero son a las obtenidas por medios lícitos sin necesitar del gobierno ni del uso del poder.
Son tantas las cifras y tantas las cuentas que se podrían sacar, que preguntarse a esta altura en que se utiliza el presupuesto del la Secretaría de Inteligencia del Estado, tendría poca importancia. Pero explicaciones de por qué el primer gobierno de la Alianza, el que tenía como pantalla al señor de la Rua, ha sido borrado de la historia, sobran. ¿Cómo no iban a poder borrar el pasado si han borrado el presente?