N ° 09/2002
Buenos Aires, agosto 09 de 2002.-
Durante meses la campaña oficial del gobierno y los medios cómplices de la devaluación (la izquierda lo hace además por odio a los EE.UU.) se la pasaron denostando al Secretario del Tesoro de los EE.UU., Paul O’Neill. Cada declaración de él generaba la ola de indignación popular contra Norteamérica fogoneada por el gobierno, sin que nadie se parase por un segundo a reflexionar que O’Neill tiene como función cuidar los dineros públicos del Estado Federal en EE.UU. no los nuestros, y que los culpables de sus dichos son quienes nos han saqueado desde el gobierno.
Pero ahora necesitamos el dinero, queremos que los “odiados” norteamericanos se hagan cargo del desastre del antimodelo. Entonces cuando O’Neill inició su gira por Sudamérica cambio un poco el discurso oficial.
Sin embargo el doble accionar del gobierno argentino es una vergüenza, es estúpido y cobarde. ¿Si el dólar es tan malo no pidamos ni uno, si los yanquis son tan odiosos porque necesitamos tanto de ellos? Porque nos gobierna un grupo de ineptos, de corruptos legales.
Mientras el gobierno pide ayuda al gobierno norteamericano, sus funcionarios coimean empresas concesionarias de servicios públicos, les niegan sus derechos contractuales, con el declarado objetivo de “invitarlas” a devolver las concesiones y así volver a tener las empresas estatales que esos retrógrados sueñan.
También financian con planes “trabajar” a los piqueteros que van a agredir al visitante a quien queremos conmover para que nos de una limosna, porque los préstamos no piensan devolverlos. Piqueteros que para expresar su odio por el hambre que supuestamente nos habría causado O’Neill le arrojan huevos en un alarde de su estupidez.
Por cierto ni funcionarios no se animan a visitar ninguno de los lugares que O’Neill sí visito en el conurbano. Esos no pisan una fábrica, un hospital o un comedor infantil por temor a ver el rostro de los argentinos y la miseria en la que nos han hundido. Los piqueteros tampoco se animan a encararlo de frente hacen sus manifestaciones de oposición en Plaza de mayo mientras O’Neill visita barrios pobres.
El gobierno y su clac mediática salieron a difundir la frase de O’Neill que si “aconsejaría invertir en nuestro país” omitiendo todo lo que debería hacerse para que la recomendación sea válida y como si el gobierno no fuera el principal obstáculo de ellas. O como si los inversores se tragaran los titulares de Clarín y TN. Una ingenuidad que solo sirve para distraer a los más incautos de Argentina.
Son una manga de cobardes, de caraduras y muy estúpidos, pero al daño de sus conductas lo sufren los demás argentinos.
Y el resultado de su doble accionar se ve en la ayuda a Brasil por U$ 30.000 millones y a Uruguay por más de U$ 2.000 millones, mientras acá dejan solo recomendaciones y buenos deseos.