N ° 01/2002
Buenos Aires, abril 08 de 2002.-
Una vez más para los que personalizan porque no quieren, o no pueden argumentar sobre hechos e ideas, quiero recordarles que tengo una hermana desaparecida en noviembre de 1976, y que ha sido público y notorio mi enfrentamiento político, moral e ideológico con Domingo Cavallo. Pero por nada de ello he de cambiar ni mis ideas, ni mis principios.
Aun cuando en especial Domingo Cavallo sea hoy víctima de su propia medicina, yo combatí y seguiré luchando contra los abusos judiciales por cuestiones políticas del gobierno de turno, máxime cuando con ellas se prive de la vida o la libertad a otra persona. Más aun cuando los guerrilleros terroristas de los setenta están detrás de estas campañas de odio e injusticia.
A nadie de buena fe le quedan dudas que la prisión dictada por el Juez Speroni a Domingo Cavallo es injusta, ilegítima e ilegal. Pero también sirve para que comprendamos otros casos de injusticia sucedidos a partir de 1984, fue por entonces cuando el gobierno de Ricardo Alfonsín y un grupo de jueces adictos violaron todas las garantías del derecho de defensa en juicio, del debido proceso con el objetivo de establecer que quienes pelearon una guerra en defensa de los argentinos contra la agresión terrorista comunista pro castrista y soviética eran delincuentes y genocidas.
Fue entonces cuando comenzó la manipulación política de la justicia para ponerla al servicio de la izquierda que cumpliendo las palabras de Lenin decidió continuar la guerra por otros medios. Los medios son la injusticia, la abolición de las garantías constitucionales y el establecimiento de una verdad orwelliana por vía de la persistente mentira y la difamación desde los medios de prensa.
A Cavallo se lo ha encarcelado aplicando el mismo sistema de culpa objetiva y mediata, el mismo sistema de injusticia aberrante aplicado a las FFAA argentinas por habernos defendido de la agresión terrorista.
El Estado Nacional ha vendido y comprado armas en forma triangulada desde que estableció sus fábricas de ellas. Ya lo escribí cuando el juez Urto dicto las privaciones ilegales de las libertades de Carlos Menem y otros ex funcionarios, que el Estado no puede ser contrabandista. Que el sistema de ventas trianguladas es de público y notoria que fue usado en forma aún más amplia por el gobierno de Raúl Alfonsín, que también se especializo en vender armas a países en guerra.
Claro que Alfonsín tiene el fuero de impunidad de ser izquierdista. A él no se lo puede investigar por ello, ni por poner a su secretaria como ñoqui del Senado nacional, ni por confiscaciones, detenciones ilegales sin estado de sitio.
¿Cómo se puede explicar que el Estado Nacional sea fabricante de armas y luego se juzgue porque se las vende? ¿Quién necesita más las armas que un estado en guerra? ¿Qué hubiéramos dicho si nuestras FFAA no hubieran podido adquirir repuestos y armas en 1982 en forma triangulada?
Estamos en el reino de la hipocresía.
Peor aún hasta se participo en la fabricación de un misil destinado a que Saddam Hussein tuviera capacidad de atacar con armas genocidas y destruyera el Estado de Israel, entre otros.
La falta de verificación por la aduana de las exportaciones de armas, por ser material bélico secreto ha sido legal desde el gobierno del Presidente Juan Carlos Ongañía. Que Cavallo era el jefe de la Aduana es tan cierto pero injusto para meterlo preso, como se argumento cuando se condeno a las Juntas Militares del Proceso. Fue entonces cuando se instrumento y consagro la aberración de violar el principio de responsabilidad subjetiva.
También unas palabras para ese conjunto de “artistas” que hicieron un numerito cantando en festejo del encarcelamiento de Domingo Cavallo. Es una forma de fascismo, de intolerancia festejar que alguien vaya preso aun sin culpa solo porque no nos gusta, nos repugnan sus ideas, etc. No hay nada que los diferencie de las actitudes del nazismo, del bolchevismo, son unos autoritarios promoviendo la intolerancia. Algo que ya habían demostrada al echar a la señora Elena Cruz de la sociedad de actores.
Creo que aún mejor que yo un amigo ha escrito explicando lo sucedido con Domingo Cavallo, por eso también transcribo unas ideas que me hiciera llegar Carlos Maslaton.
El que a hierro mata, a hierro muere. Cavallo es un preso político, pero también lo fue Carlos Menem. Cavallo no debe ser perseguido penalmente, pero la impunidad (salvo casos extremos) también debe alcanzar a todos o a la mayor parte de los políticos nacionales que, desde su punto de vista, buscan lo mejor para el país. Caso contrario, nadie podría asumir la función pública si después va a ser condenado y quebrado por meros errores de gobierno.
A lo largo de 20 años, Cavallo hizo muchas cosas buenas en favor de Argentina. Pero también otras muchas malas, como cualquiera. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que como político debió siempre tener palabra, código político y cumplir con los acuerdos. En estos sentidos, Cavallo fue un verdadero desastre.
Cavallo jamás comprendió el concepto de "obligación derivada de un acuerdo político", y siempre se consideró en la libertad de denunciar y romper aquello a lo que se había comprometido. Con esta mentalidad es lógico que, al legislar y al gobernar, Cavallo siempre bregara por la promoción de sistemas de inestabilidad e inseguridad jurídica que son los que llevaron al default, a la destrucción Argentina de finales de 2001 y a la falta de respeto que el país inspira en el mundo.
Pero, por sobre todas las cosas, Cavallo fue un alcahuete. Un denunciador crónico de las conductas ajenas cuando éstas afectaban su poder y sus intereses. Usando argumentos falsos y lanzando imputaciones calumniosas para así impresionar a los moralistas que componen su sector social y sumar apoyos.
O sea que Cavallo, en lugar de combatir políticamente a sus enemigos, prefirió actuar como un "cana" y un "botón", haciéndolo además con infantilidad, como si fuese un chico de escuela primaria que denuncia a la maestra los "malos" comportamientos de sus compañeros de clase. O sea que eligió competir con un llegado más reciente a la política argentina, y campeón de los alcahuetes, llamado Gustavo Béliz, en lugar de ponerse a la altura de los estadistas y de los patriotas.
Las obras maestras del daño social causado por Domingo Felipe Cavallo son: 1) El haber arruinado al empresario nacional Alfredo Yabran, llevándolo a la muerte por suicidio, acusándolo de mafioso, sólo porque a Cavallo en una reunión entre ellos no le salió un negocio relacionado con las concesiones de los servicios de correo; 2) El haber destrozado a Carlos Saúl Menem con difamaciones relacionadas con la presunta ética y moral pública, colocando al ex-Presidente como un corrupto frente a la gente y ante la opinión pública mundial.
Cavallo, con sus "denuncias" desde 1995 en adelante, anula sus buenas contribuciones de 1991-1992. Es el causante directo del acceso al poder del gobierno de la llamada "Alianza", que destruyó Argentina en menos de dos años.
Pero hay algo peor: Cavallo logró imponer en la sociedad eso de que "todos los políticos son corruptos" y que "todos se tienen que ir y ser condenados a la cárcel". Él ha sido, entonces, el inspirador del movimiento "cacerolero" del 19-20 de diciembre de 2001. Pero, como siempre el invento revienta al inventor, ese mismo movimiento es el que pidió masivamente su renuncia en humillante manifestación en la puerta de su casa y el que lo condenó al ostracismo político definitivo.
En 1997 Cavallo me invitó a fundar ese simulacro de partido político que fuera Acción por la República. "Milité" tres meses hasta que un día, sin consultar a nadie y en una actitud que lo caracteriza, cerró la lista de candidaturas para la elección de octubre de ese año con el partido de Béliz cediéndole todos los puestos municipales a esa otra congregación de traidores.
En la Asamblea del Partido me cedió la palabra y declaré que "Cavallo había logrado celebrar el peor acuerdo político de partidos de que se tenga memoria desde la caída del Imperio Romano de Occidente". Después me mandó a llamar para hablar mejor en sus oficinas de la calle Tagle, oportunidad en la que le advertí que iba a "desembocar necesariamente en su propia ruina política y moral si se seguía basando en la denuncia falsa y en la traición".
Cavallo prefirió trabajar agradando mediante declaraciones a su propio entorno familiar y a las manías estéticas de la Universidad de San Andrés y de la pan oligarquía argentina, en lugar asumirse como representante -en contenido y en formas- de los intereses y sentimientos populares.
Buscó el procesamiento y la cárcel siempre para los demás. La que él sufre ahora es tan injusta como la que propugnó para otros políticos. Pero así paga sus 20 años de alcahuetería política, lamentablemente.
Carlos Maslatón
Desempleado
en cumplimiento de un acuerdo de no-competencia