N ° 42/2000
Buenos Aires, diciembre 04 de 2000.-
¿Qué han sido nuestros institutos y universidades de Sud América sino fabricas de charlatanismo, de ociosidad, de demagogia y de presunción titulada? Así describía Juan Bautista Alberdi la situación de la universidad hace más de 150 años y hoy estas palabras pueden ser repetidas con ajuste a la realidad que han logrado gracias al monopolio estatal de los contenidos y programas educativos, a la reforma universitaria de 1918, etc.
¿De que otra forma podría sino comprenderse entonces que la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires haya propuesto otorgar el título de doctor honoris causa al dictador cubano Fidel Castro?
Solo de la falta de rigor científico que debería existir en cualquier universidad que se precie de tal se pueden expresar fruslerías y mentiras como las sostenidas por el decano de esa universidad y los mentores de la propuesta de distinguir a un dictador como Fidel Castro.
Solo siguiendo el modelo orwelliano de usar una neohabla totalitaria se puede sostener que Fidel Castro es merecedor de semejante distinción porque fue “uno de los protagonistas más relevantes del Siglo XX”.
Idénticos conceptos podrían sostenerse de Pol Pot, Mao Tse Tung, Adolf Hitler, Josef Stalin, Lenin, etc. Todos ellos fueron personalidades relevantes como Fidel Castro, pero su notoriedad no viene de valores positivos, sino de su atrocidad, inmoralidad, el desprecio más absoluto a los derechos individuales, a las libertades y la vida de millones de personas.
También ellos en su forma esclavista promovieron empleo y desarrollo. Su educación al igual que la de Fidel Castro fue un éxito, claro que solo eran sistemas de adoctrinamiento partidista y totalitario. Tenían sus enemigos a quienes hacían víctimas del culto al odio diariamente, igual que hoy deben repetir los cubanos esclavizados y sometidos a los delirios totalitarios de un viejo barbudo, caprichoso y delirante.
Ya no se trata de explicar y repetir las barbaries del redimen castrista, negarlas, enmascararlas es solo un acto de total mala fe o ignorancia imperdonable. Por lo tanto si nuestra universidad produce docentes, decanos y alumnos como los que dirigen la Facultad de Ciencias Sociales estamos ante un testimonio claro del fracaso del sistema educativo.
O tal vez por el contrario del éxito de un sistema educativo manejado desde hace décadas por el estado. A veces por fascistas, las más de las veces por socialistas y comunistas encubiertos. Es que la gran tarea del sistema educativo estatal argentino, que es casi todo, es promover la destrucción de los valores occidentales, republicanos y liberales que fueron establecidos en nuestra Constitución de 1853 y su reemplazo por anti valores socialistas.
Esta declaración de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA es una demostración más de la guerra cultural que sufrimos desde la educación pública y estatal. La demolición de la sociedad capitalista y liberal sigue siendo el objetivo invariable de la izquierda.
Unas veces la guerra a nuestras libertades y valores asume la forma armada, es la vía leninista, guevarista, stalinista, castrista, etc. y otras la gramsciana de una guerra cultural.
El sistema educativo se dedica a transmitir valores contrarios a la libertad, al derecho de propiedad, a los derechos individuales.
Que bajo la excusa de igualar las oportunidades, de una falsa solidaridad se use nuestro dinero para promover valores y ideas contrarias a nuestras más profundas creencias es una demostración más de totalitarismo.
La libertad de educación y la libre competencia en el sistema educativo son los únicos remedios a este charlatanismo que denunciaba Juan Bautista Alberdi y que hoy tiene características mucho más peligrosas.
Ni Alberdi, ni ningún liberal, somos relativistas morales. Tenemos opiniones definidas sobre el bien y el mal, solo los socialistas y fascistas pueden relativizar la moral, porque cuestionan la libertad individual y la responsabilidad. Así es como pueden llenarse la boca a favor de los más humildes mientras lo roban, como pueden convertirse en campeones luchadores de la democracia mientras suprimen vidas y libertades.
Por eso pueden pretender premiar y distinguir a Fidel Castro, porque así pretenden confundir las mentes de los jóvenes conejillos de indias que han estado embruteciendo en las escuelas y universidades.
Por eso pueden tener indulgencia para con los delincuentes y jamás preocuparse de alguna víctima. Por eso defienden también a los guerrilleros del MTP y pueden sostener que las víctimas de su ataque al Regimiento de La Tablada, o las víctimas de los Montoneros y del ERP, no fueron violaciones de los derechos humanos.
Porque manipulan la educación y los medios de comunicación para promover ideas contrarias a las de nuestra organización constitucional. Siguen la guerra por otros medios.
La distinción a Fidel Castro no es una casualidad, ni un capricho sino una demostración del resultado del accionar del socialismo por décadas en la educación argentina.
Como también sostenía Jefferson “es un crimen, un pecado imperdonable obligar a alguien a promover ideas ajenas con su dinero”. Esto lo decía para oponerse al financiamiento estatal de la política y los partidos, pero se extiende a la educación.
La propuesta de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA de condecorar a Fidel Castro es la evidencia de la manipulación socialista de nuestra educación.
No se trata de mantener el sistema y reemplazarlos por quienes piensen como ustedes, o como yo mismo. No se trata de manipular nosotros, o cometer el mismo atropello, se necesita cambiar el sistema y las bases sobre las cuales está montado. Se trata de restituir la libertad de educación y la competencia.
Nuestros impuestos están pagando el adoctrinamiento comunista.
Están haciéndonos pagar la difusión de esas ideas y ese es un robo, un pecado imperdonable.
Finalmente la propuesta de otorgar a Fidel Castro ese doctorado honoris causa transformará nuestras cartulinas en meros rollos de papel higiénico. No tienen derecho a ello, pero no otra cosa sería compartir títulos académicos con uno de los dictadores más crueles del Siglo XX.