N ° 41/2000
Buenos Aires, noviembre 27 de 2000.-
Para celebrar la renuncia de Fujimori, Mariano Grondona escribió un artículo en La Nación sosteniendo que el ex presidente del Perú había violado el artículo cero de la democracia moderna que no está escrito. Según Grondona el artículo de su descubrimiento limita el poder de los gobernantes con la limitación del tiempo de sus mandatos.
Una vez más Grondona pretende una falacia institucional, como ya ensayo para justificar el golpe de estado de Onganía en 1966, el terrorismo comunista años más tarde y luego la represión, para más tarde ponerse del lado de los acusadores de los represores.
Las constituciones tienen un límite al poder de los gobernantes, se llaman Derechos y Garantías. Se trata de los derechos de libertad y propiedad privada que los gobernantes no pueden, ni deben transgredir. Ellos son elegidos para protegerlos, no para darles un fin social (político), ni para violarlos sistemáticamente.
No es un artículo cero, sino la base del contrato social e institucional que nos une. Y está demostrado que violarlo no trae como consecuencia la renuncia de ningún político, sino por el contrario su perpetuación y el empobrecimiento general de las sociedades.
Finalmente a estos valientes de pacotilla, buenos para nada, falsos moralistas como Mariano Grondona habría que recordarles que Fidel Castro ya lleva 41 años en el poder, con decenas de miles de muertos por pensar distinto, sin elecciones libres, sin partidos de oposición, sin justicia independiente, sin prensa libre, etc. Ni renunció, ni ellos se animan a denunciarlo y repudiarlo, ni a pedir (mucho menos exigir) el aislamiento internacional.
La diferencia solo se explica porque Fidel Castro es comunista y a todos estos bribones alguna vez les ha hecho también algún favorcillo con el dinero obtenido de secuestros extorsivos, narcotráfico, etc.
Una vez más don Mariano ha demostrado las falacias de sus pensamientos y que no por mucho leer se dice la verdad, ni siquiera disfrazándola con palabras griegas y latinas. La mentira es mentira aunque se la adorne con palabrerío.