N ° 37/2000
Buenos Aires, octubre 30 de 2000.-
La reunión de Alfonsín y Cavallo ha puesto de manifiesto una vez una de las más graves enfermedades de los argentinos, la mala memoria. Hace dos semanas Alfonsín expreso que la “convertibilidad era el hecho económico más catastrófico para la Argentina en el siglo XX”. Cavallo a los gritos calificaba de tramposos a los dirigentes de la Alianza hace solo cinco meses.
Cuando en 1989 Alfonsín abandono el poder casi todos los argentinos se dijeron a sí mismos nunca más volveremos a escuchar a este irresponsable y mentiroso que nos ha estafado.
Luego de su desaforado discurso al ser derrotado en la lucha por la intendencia porteña, casi todos, aun en el llamado establishment, se dijeron Cavallo no puede tener demasiado poder.
Al poco tiempo los mismos que se horrorizaron aquella noche con Cavallo están pugnando por acercarlo al gobierno. Lo invocan y reclaman como si fuera un Mesías que traerá el maná bajo el brazo. Se trata de reestablecer la confianza dicen. Confianza para tranquilizar a los mercados, así nos prestan más dinero.
Alfonsín y sus ex funcionarios que nos llevaron al desastre moral, institucional y económico entre 1983 y 1989 hoy se permiten presentarse como campeones morales, exitosos funcionarios, y hasta nos matonean desde los micrófonos y cuando algún periodista hace una pregunta incómoda, o un editorial que no les gusta hablan del golpismo del medio periodístico, o no vuelven a atenderlo.
No se trata de objetar que cada uno no tenga sus ideas. Es legítimo, pero actuar de esta forma donde la memoria se pierde cada un tiempo es como ser animales y no aprender. O simplemente resulta cierto aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Si cambiamos nuestro parecer sobre las personas por hechos menores, por temores sin tener en cuenta sus ideas, ni su historia será más difícil seleccionar mejores dirigentes.
Si no es una enfermedad de mala memoria se trata de una más peligrosa, de la ambición del poder a cualquier costo, aún de las propias ideas, de los votantes y simpatizantes. Un juego donde el poder siempre vulnera los derechos de los ciudadanos.