N ° 36/2000
Buenos Aires, octubre 23 de 2000.-
Brett Sinclair y Danny Wilde son “dos tipos audaces”. Sinclair es un aristócrata inglés venido a menos y Wilde un self made man norteamericano. Sus aventuras no pasan de algún flirteo con hermosas mujeres, varias trompadas y siempre un final feliz. Claro que eso es en la televisión y extranjera.
Aquí los dos tipos audaces se llaman Fernando de la Ruina y Carlos Chocho Álvarez. Ellos sonreían y prometían soluciones a los “gravísimos males” que sufría Argentina. Por diez años repartieron promesas y sonrisas, aseguraron tener soluciones y además denunciaron a cuanto funcionario pudieron.
¿Porqué llamarlos dos tipos audaces? Porque de ninguna otra forma puede calificarse a dos personas que se postulan para administrar un país, para ocupar los cargos de presidente y vicepresidente y no tienen ni una idea de cómo gobernar y resolver problemas.
La misma audacia que tuvieron para ser candidatos y pedir el voto del pueblo la perdieron antes de asumir sus cargos. La audacia hubiera debido servirles para organizar un gobierno que dejara de meterle la mano en los bolsillos a la gente, para que la “fiesta” (según ellos mismos publicitaban) se terminara.
La única audacia que ahora tienen es venir a denunciar un nuevo intento golpista. Dura y estúpida acusación que desnuda el autoritarismo de los “progresistas”. Ya lo hicieron en 1985, hasta colocaban bombas en sus comités. Luego Alfonsín decidió encarcelar doce ciudadanos por decreto (6 periodistas y 6 militares) atropellando todo el estado de derecho. Para reparar su error a las 48 horas decreto el estado de sitio y lo mantuvo hasta las elecciones de ese año. Sin ninguna prueba del “complot” apenas pasaron las elecciones el estado de sitio fue levantado.
Fernando de la Ruina ha venido a decir sus muy graves palabras ante casi un millar de militantes de Franja Morada y la Juventud Radical en la residencia presidencial. Agregando que nadie podría defraudar a quienes los votaron y a quienes no lo votamos.
Por cierto que la residencia oficial del Presidente de la nación no debería usarse para actos partidarios. ¿Será golpismo preguntarnos quien paga el picnic, o la limpieza de la quinta de Olivos?
Es verdad todo ello, los únicos y exclusivos irresponsables que han defraudado a quienes los votaron han sido el propio Fernando Devalúa y Chocho Álvarez.
Para agravar sus acusaciones Fernando Devalúa advirtió “quienes hablan a favor de la desestabilización faltan el respeto a los argentinos que votaron a este presidente y a los que no lo votaron también”.
Tal vez sea cierta su afirmación, tanto como que él mismo y Chacho Álvarez prometieron “crear trabajo y reducir los impuestos” y en su propaganda firmada Presidente de la Rua pagada con nuestros impuestos, “cuando los senadores aprueben la ley de empleo habrá más empleo”.
De la Rua y Álvarez han faltado el respeto a todos quienes los votaron, apoyaron, y a sus mismos cargos.
Ellos prometieron rebajar impuestos y los subieron. Ellos prometieron mejoras saláriales y redujeron por decreto los sueldos estatales. Ellos prometieron eliminar los gastos reservados y los usan para pagar sobornos y los viajes de Antonito y Shakira (porque los 10.000 que reconoció haberle pagado Ibarra se gastaron el primer fin de semana). Ellos prometieron terminar con la corrupción y siguen creando reglamentaciones, modificando contratos para poder pedir contribuciones (de eso se trata la Ley de Emergencia Económica). Y la lista sigue casi al infinito.
No hay ningún golpismo oculto en los medios de prensa, ni en los partidos de oposición, ni en los ciudadanos que pensamos mal de este gobierno. Disentir es parte de la libertad y por ende de la democracia. Tal vez si hay golpismo en los ministros que descalifican las medidas y decisiones del propio Presidente de la Nación y este cobardemente los mantiene en sus cargos. Puede haberlo en quien como Vicepresidente de la Nación renunció a su cargo con la irresponsabilidad de abandonar el cargo al que se postuló hace solo un año. Y luego desde un bar se dedicó a reclamar renuncias, a deslizar off the records.
Ahora suponer que el programa de Jorge Lanata y su revista son manejadas por el Partido Justicialista, o que este partido promueva un golpe de estado es pretendernos tontos a todos, o tener alguna debilidad, cuando menos psicológica, sino mental.
También debe haber una conspiración de la CIA (que seguramente puede manejar Newsweek) que publico que probablemente De la Rua seguiría el camino del anterior y último presidente del partido radical (Raúl Alfonsín) y no terminaría su mandato. O mejor aún las palabras de la Diputada Bordenave del Frepaso que declaro a esa revista que De la Rua continuaría su mandato bajo la dirección de un consejo de notables de la Alianza que dirigirá Carlos Usurpador Álvarez.
De verdad que la única declaración verdaderamente golpista ha sido la de esa Diputada que se hizo famosa por abrazar a su camarada de armas Gorriarán Merlo hace unas semanas, ¿o el pueblo votó el consejo de notables de la Alianza? ¿o el Chacho no renunció hace dos semanas?
En cuanto a las preocupaciones de Juan Pablo Cafiero acusando de golpismo al menemismo ya que “analizan la forma de volver al poder”, está claro que se paso de vueltas. En democracia todo partido de oposición analiza como volver al poder, pero también para que llegar. No como el Frepaso y la UCR que se han pasado diez años y medio obstruyendo la administración de Carlos Menem, trabajando para los lobbys proteccionistas y de proveedores del estado, de los devaluacionistas, etc., pero cuando el pueblo los eligió han demostrado ser incapaces de cumplir sus vacías promesas, que no tenían programa alguno de gobierno.
Nada tiene que ver trabajar para volver al poder con el golpismo, salvo que Juan Pablo Cafiero haya recuperado la peor historia de sus camaradas radicales, socialistas y comunistas, que siempre estuvieron en el golpismo y entonces crea que los demás son iguales a él.
Tal vez las declaraciones del Presidente De la Ruina solo fueron producto de un golpe de calor por el uso de su campera de gamuza cuando hacían más de 30 grados de temperatura. ¿O es que alguna medicación lo puso atérmico?