N ° 35/2000
Buenos Aires, octubre 16 de 2000.-
A comienzos de nuestra guerra por la independencia del reino de España existieron dos gobiernos organizados como Triunviratos, ambos buscaban conciliar facciones de los patriotas. Ambos Triunviratos resultaron un fracaso político y se disolvieron en poco tiempo de gestión.
El pasado 24 de octubre de 1999 cuando el pueblo argentino concurrió a las urnas para elegir un nuevo presidente, nadie nos dijo que estacamos eligiendo un Tercer Triunvirato y mucho menos que uno de sus miembros sería el impresentable de Raúl Alfonsín. Uno podía suponer que en la Alianza ciertas decisiones podrían ser compartidas y consensuadas entre Fernando de la Ruina y Carlos Chacho Álvarez. Pero jamás que Raúl Alfonsín desde la presidencia de la UCR se convertiría en uno de los decisores del gobierno.
No es menor el tema ya que Alfonsín ha fracasado como presidente. Pero ha sido también Alfonsín quien con claridad ha expresado que: ‘el Gobierno es de la Alianza, no de de la Rua’.
En cuanto a la suposición que las máximas decisiones serían consensuadas entre de la Rua y Álvarez ello no implica de ninguna manera que este último pueda convertirse en un chantajista, o tenga un veto especial sobre las decisiones presidenciales. De otra forma resultaría un poder excesivo y ajeno al sistema constitucional, carente de legalidad y legitimidad.
Algunos simpatizantes del Chacho Álvarez y la clac progre han comenzado a difundir que la gestión delaruista luego de la renuncia de aquel es legal pero no legítima, basando su razonamiento en que la Alianza supone un mecanismo de compartir y consensuar las decisiones entre la UCR y el Frepaso.
Tal vez sea cierto, pero no es menos verdadero que Chacho Álvarez juro ejercer el cargo de Vicepresidente de la Nación y cumplir la Constitución Nacional, lo cual obligatoriamente implica aceptar que en caso de desacuerdos ciertas decisiones serían tomadas por el Presidente de la Nación. Toda otra interpretación implica una usurpación del poder por parte del Vicepresidente y un engaño deliberado al pueblo.
El sistema constitucional argentino no admite estas intromisiones en el ejercicio del poder presidencial. No existe ninguna forma de triunvirato, y como señale en la nota anterior Alfonsín si fuera consecuente con lo que él declama debería haber dejado la presidencia de su partido a manos de Fernando de la Rua, pero prefiere usurpar parte del gobierno. No puede legalmente firmar los decretos, pero quiere decidir si deben ser firmados.
En cuanto a la oposición que ejercen otros dirigentes radicales y la clac del Varela, Varelita, parecen obedecer a una ineludible atracción por llevarnos al abismo que sufren la UCR y el Frepaso como si de un fracaso del gobierno de Fernando de la Ruina ellos debieran salvarse.
Fue como si hubieran estado en la cena con el capitán del Titanic, Fernando de la Ruina, y ahora quieren ocupar los botes salvavidas primero. Pero fueron los Jesús Rodríguez, Leopoldo Moreau, Darío Alessandro, Federico Storani, Juan Pablo Cafiero, etc. encabezados por su guía espiritual Chacho Álvarez quienes votaron y aprobaron el impuestazo, la reducción de salarios estatales y hasta bloquearon la investigación de Alberto Flamarique para ver si correspondía realizarle juicio político.
Los dirigentes radicales deberían tomar en cuenta que un nuevo fracaso como gobierno, no va a ser como en 1989. No podrán volver en 10 años, ni en 20, porque un partido que solo sirve para ser oposición (más bien obstrucción) no tiene larga vida. Los partidos políticos deben ser alternativa de gobierno, y cuando ocupan ese lugar deben, al menos una vez, hacerlo bien y olvidarse de sus problemas internos.
El otro socio del Tercer Triunvirato es el Chacho que sigue su campaña desde el bar Varela Varelita, condenando la corrupción siempre que sea ajena, es decir radical o justicialista, jamás la propia. Claro que ellos son los puros, a pesar que la mayoría de los dirigentes de la Alianza que han debido renunciar por actos de corrupción son justamente del Frepaso. Y el Chacho ni siquiera se anima a recomendarle a la maestra Mary Sánchez que al menos pida licencia.
El Tercer Triunvirato fracaso en poco tiempo como los dos anteriores porque en realidad la Alianza nació quebrada como proyecto de gobierno. Los reunía el único y excluyente ánimo de derrotar al Justicialismo. Jamás tuvieron un programa de gobierno serio y consistente para terminar con la corrupción que denunciaban, máxime cuando sus propuestas de políticas activas son una buena fuente de corrupción.
El programa de la Alianza era más bien una serie de promesas, generalidades y ensueños, pero ellas no servían para gobernar. Entonces el resultado lógico era que el Tercer Triunvirato caminaba hacia el abismo desde su nacimiento. Porque se convirtió en una lucha por espacios de poder sin saber para que usarlos, y si alguien pretendía usar el espacio de poder obtenido los demás estaban en contra.
Para el Presidente de la Nación queda por delante un paisaje complejo que se repite al infinito, concejos deliberantes, legislaturas provinciales, y el mismo Congreso Nacional están en manos de la oposición. No del Justicialismo, sino más ciertamente de sus “socios” alfonsinistas y frepasistas. De la Rua es víctima de la reforma constitucional que impusieron Raúl Alfonsín y sus discípulos, donde un gobierno minoritario no tiene demasiados caminos para legislar.
De cualquier forma que se mire nuestro país no acepta triunviratos, ni en la situación actual tiene espacio para un gobierno vacilante, que solo espera contentar a sus socios de la Alianza en el reparto del poder.
No se trata de alentar renuncias, ni vaciamientos, por el contrario se trata que el Presidente deje de lado las presiones de Alfonsín y el Chacho Álvarez. Porque de hacerlo el poder quedará en manos de un triunvirato ilegítimo que solo continuaría las peleas por espacios de poder. Y después según enseña lamentablemente la historia, luego de esos experimentos sociales y políticos siempre llega un Robespierre y el Terror.