N ° 35/2000
Buenos Aires, octubre 16 de 2000.-
El ex presidente Raúl Alfonsín se destaca por su ignorancia económica, la cual demostró cuando ocupo ese cargo. Será tal vez la mala memoria de muchos o simplemente la estupidez de sentirse mal porque don Raúl no usa el cinturón de seguridad y casi muere en un accidente. Sea como fuere Alfonsín ha decidido vengarse de nuestra “ingratitud” y el pasado jueves en su columna habitual en el programa matutino de la televisión estatal
Fue con su habitual sutileza, propia de un elefante dentro de un bazar, como Raúl Alfonsín desnudo las verdaderas causas de la pelea en el gobierno. No se trata de las responsabilidades en el supuesto de los sobornos a algunos Senadores de la Nación, no se trata de cómo se cambió el gabinete, sino del programa económico de la Alianza.
Alfonsín señalo sin pelos en la lengua que “las dos catástrofes más graves del Siglo XX fueron en lo institucional la Revolución de 1930 y en lo económico la Ley de Convertibilidad” y “si el año que viene crecemos un 4% somos Gardel”.
Rápidamente el nuevo Jefe de Gabinete Chrystian Colombo le contestó con dureza, señalando que no se tocaría la convertibilidad.
Muchos nos horrorizamos ante la palabras de Alfonsín y por el espacio que muchos medios de comunicación le dan. No existe excusa alguna para que Alfonsín tenga el espacio que hoy tiene en los medios. Hay que decirlo sin rodeos Alfonsín como Presidente fue un desastre para la Argentina y no solo en lo económico, sus atropellos institucionales, sus violaciones de derechos de los ciudadanos, sus relaciones exteriores, y por supuesto su gestión de la economía.
Que para Alfonsín la Revolución de 1930 haya sido más grave que otros golpes de estado, donde participo activamente el radicalismo, como en 1955, 1976, etc. y que además resultaron más sangrientos, que la guerra civil desatada por la guerrilla comunista apoyada por la Cuba de Fidel castro y la U.R.S.S. en la década del 70 que desemboco en la represión y contraterrorismo de estado alentado por los Mariano Grondona, por ejemplo, y reclamado por los bloques radicales del Congreso Nacional, es tan grave como pretender que la Ley de Convertibilidad sea más grave que la hiperinflación desatada por Alfonsín.
Todas las penas que Alfonsín atribuye a la Ley de Convertibilidad son más producto de su propia gestión que de ella, que además fue un remedio de shock, no una trampa, ante la hiperinflación que Alfonsín, Sourruille, Brodherson, Jesús Rodríguez, Machinea, etc. produjeron entre 1983 y 1989.
En lo económico Alfonsín dejo de pagar a los jubilados, Decreto de Emergencia Previsional de 1986 y cuando se fue cobraban solo U$ 15 por mes. Tampoco pagó a los proveedores y contratistas del estado. Ni pago la deuda externa (mientras justificaba su fracaso con ella, no pago ni el 10% de los intereses de la deuda). Modificó contratos por decreto (desagio), estableció tributos inconstitucionales como el Ahorro Forzoso. Y la lista es tan larga que temo aburrir
Alfonsín cambio la moneda por decreto y nos dio el Austral (la propaganda decía “Evite el redondeo. Ahora el medio centavo vale. Es que el cambio era 0,85 australes por cada dólar, en 1985 y cuando Alfonsín se fue era más de 200.
Con el Austral las exportaciones anuales de los argentinos que exportan sumaban U$ 5.000 millones. Con la vituperada convertibilidad ahora son U$ 26.000 millones por año. ¿Somos menos competitivos? ¿Estamos peor? ¿O es el reclamo de algunos de quienes han perdido sus privilegios, subsidios y mercados cautivos?
Alfonsín con Dante Caputo impulsaron créditos de exportación, llamados la OPRAC I del Banco Central, por la cual exportaron miles de millones de dólares a países socialistas y del Tercer Mundo de los cuales se recuperaron menos del 20%, pero los “empresarios amigos” favorecidos se cobraban todo. Con esas ‘exportaciones’, mejor sería llamarlas ‘dádivas’, se consiguieron los votos que apoyaron con sus votos la presidencia de Dante Caputo para la Asamblea General de la Naciones Unidas.
Nuestro alineamiento con el Tercer Mundo y los países socialistas durante la gestión de Alfonsín, los llamados a no pagar la deuda externa, etc. terminan por costarnos miles de millones de dólares cada año por el riesgo que implicó para los acreedores de Argentina. Cada vez que abre su bocaza, vuelve a costarnos mayores intereses, alejar inversores, etc.
Así obviamente no vamos a crecer, pero algo bueno tuvieron las palabras de Alfonsín. Refrescó la memoria de millones de argentinos, desnudo su asalto al poder y puso en alerta a casi todo el pueblo que no quiere volver a ser estafado con la inflación, a ver saqueos de almacenes y supermercados, etc.
Al menos De la Rua y Chacho Álvarez fueron transparentes cuando redujeron salarios del sector público. Alfonsín los reducía a todos vía inflación.
Alfonsín que de ser candidato a presidente de la Nación resultaría derrotado casi por cualquiera, ahora se pretende con derecho a ejercer el poder de súper consejero. La justificación de su actuación actual es la presidencia de la UCR. La verdad es su ambición de poder antidemocrática.
Durante su presidencia creo en el ámbito del Estado Nacional, es decir pagado por todos los argentinos, el Consejo para la Consolidación de la Democracia. Pomposo título que escondía el único objetivo real de perpetuar el poder al propio Alfonsín y sus favoritos, lo llamaban el “Tercer Movimiento Histórico”, buscaban la reforma constitucional para asegurarse el poder por 100 años.
La UCR nació como una fuerza política que básicamente se oponía al “unicato” del PAN. Es decir a la reunión en una persona de la Presidencia de la Nación y la del partido de gobierno. Pero Alfonsín durante su gestión presidencial dio por tierra con aquella tradición de más de 90 años y estableció el “unicato” radical.
La pregunta que cualquiera debe hacerse es porque si eso era bueno para él como Presidente no lo cumple hoy que el Presidente es Fernando de la Rua. La respuesta es solo una; Alfonsín no se resigna a no ser presidente, a que el pueblo no lo vote, por lo tanto intenta ocupar todo espacio de poder que se le deje, que este a su alcance, Alfonsín cree en el poder, no en la democracia.
El lugar que hoy ocupa Alfonsín en la escena política nacional es culpa de Fernando de la Rua, con su forma de gobernar. Pero no nos engañemos con sus palabras de abuelo bueno sobre la democracia, Alfonsín quiere el poder para hacer su “revolución socialista”, la misma que ha fracasado en muchos otros países.