N ° 33/2000
Buenos Aires, octubre 02 de 2000.-
Buenos Aires, 30 de septiembre de 2000.
Excmo. Sr. Presidente de la Nación,
Dr. Fernando de la Rúa
Le escribo estas líneas no en mi carácter de periodista, sino como uno más de los casi 9 millones de argentinos que el pasado 24 de octubre decidimos confiar en Ud. Como parte de los 37 millones que aquel domingo tuvimos la esperanza de haber encontrado un nuevo punto de partida. La democracia nos regalaba otra oportunidad.
Elegimos a un hombre que se preparó durante toda la vida para acceder a la más alta magistratura del país, primero desde el Legislativo Nacional y luego frente al Ejecutivo de la Ciudad. A una figura clave de la oposición durante los diez años de la gestión anterior. A quien sabíamos que sería nuestro próximo Presidente desde mucho antes de que, en noviembre de 1998, fuera proclamado candidato de la Alianza. Quien había dado sobradas muestras de una firme convicción republicana, y logró que se nos hiciera carne aquello de que la eficiencia en el ejercicio del poder no lleva como necesario correlato presunciones de corrupción.
Y se produjo el milagro!: los argentinos, escépticos y desconfiados, decidimos volver a creer. Creer en Usted, señor Presidente. Creímos cuando proclamó que la honestidad, la transparencia y la austeridad serían la llave para retomar la senda del crecimiento. Creímos cuando nos prometió que "el ajuste lo hará la política y no la gente". Creímos cuando señaló como la máxima de sus prioridades la de "ser empleador de cada argentino que quiera trabajar". Creímos cuando anunció que se mantendrían los lineamientos de la política exterior que, después de décadas de marginación, habían logrado insertar a la Argentina en el concierto de naciones. Creímos cuando nos dijo que integraría su gabinete "con los hombres y mujeres más capaces" y que en, la Alianza, "todos tiramos del mismo carro porque somos parte del mismo gobierno". Le creímos entonces. Hoy necesitamos que nos ayude a seguir creyendo ...
Sé que no se le escapa que el sano objetivo del equilibrio presupuestario no está resultando suficiente para dejar atrás el triste record histórico de más de dos años de recesión. Sé que le duele tanto como a mí que seamos meros espectadores de un mundo que marcha a todo vapor. Que cada día nos alejemos más incluso del promedio de crecimiento esperado para América Latina. Que el ministro de Economía se haya visto obligado a aceptar que "difícilmente logremos alcanzar el 2 %" que, poco antes, el Fondo Monetario Internacional había calificado como "decepcionante". Entonces, necesitamos que nos hablen con toda franqueza. Porque Usted no cree en el "vamos a toda velocidad", que alguno de sus asesores en comunicación seguramente le sugirió repetir. Sabe que podemos ahorrarnos el "cuidado de cuando se incurre en exceso". Que no corremos más "riesgo de choque" que un auto parado, que de lo único que no que no está exento es de que lo impacte el viene detrás...
Necesitamos pensar que el esfuerzo de quienes soportamos el impuestazo de principios de año ha servido para algo. Que el recorte que sufrieron en sus haberes los empleados públicos no ha sido inútil. Que no es verdad que haya que esperar un nuevo ajuste para antes de que termine el 2000, como se empeñan en advertir algunos economistas ...
Sé que Usted sabe, señor Presidente, que la política, lejos de hacer el prometido ajuste, ha sido hasta ahora la única privilegiada. El recorte ha pasado de largo por el Congreso. El mismo Congreso al que la ley más importante que consiguió sacar, terminó por sumergirlo en el escarnio. Es evidente que sólo los "enganchados" en viejas prácticas políticas han logrado sacar partido de una ley de Reforma Laboral que no ha conseguido crear ni un solo puesto de trabajo. Y más aún: una Reforma que ha contribuido en una medida que no tiene precedente histórico al desprestigio institucional y al desgaste de su gobierno y de su imagen personal. Creo no equivocarme al pensar que nadie ha sufrido tanto las consecuencias del escándalo como Usted. Creo tampoco equivocarme al pensar que es Usted el más preocupado por lo que nos depararán las mediciones de desempleo de octubre ...
Pero llegó el momento de capitalizar los golpes. Ya han pasado 294 días desde que asumiera el pasado 10 de diciembre. Es hora de sumarle a la asunción formal el ejercicio efectivo del mando. Ya ha cumplido Usted con la quinta parte de su mandato. Demasiado para sólo pedir paciencia. Poco para pensar que ya no hay tiempo. Pero, por favor, no espere más! Decídase a gobernar con los más capaces, a elegir a sus funcionarios por oposición de antecedentes y no por filiación política o por años de amistad. Atrévase a articular un verdadero "programa económico", un plan que no se agote en la imprescindible solvencia fiscal. Anímese a "descolgar los cuadros de Alfonsín", como hace unos días le aconsejara Rudiger Dornbusch, para mirar definitivamente hacia el mundo desarrollado. Propóngase demostrarle al Financial Times que estaba equivocado al calificar de débil a su gobierno. Pero recuerde que la fortaleza no se gana negándose a estrechar la mano de los kelpers. Tampoco se gana aprobando, en tiempo y forma, un presupuesto para el 2001 que, por ejemplo, sigue sin animarse a tocar las partidas del rector Shuberoff o a profundizar la Segunda Reforma del Estado. Y mucho menos se consigue obstinándose en mantener entre sus colaboradores más cercanos a ministros y secretarios sospechados y, en algunos casos, hasta indefendibles ...
Sr. Presidente, los argentinos apostamos a su éxito. A que su popularidad no vuelva a bajar 12 puntos en dos meses, ni se enquiste en el 30 % que apenas supera según algunas mediciones. Nos gustaría que, cuando terminen estos cuatro años, el resultado de su gestión le permitiera volver a dar batalla. Queremos desear que se quede cuatro años más, en lugar de escuchar, faltando 27 (sic) meses, que la gente ya quiere que se vaya. Para eso, necesitamos que nos demuestre que el 47 % de la población, que le contestó a Gallup que su gobierno no sabe a dónde va, está equivocado. Fue Churchill quien dijo que "lo bueno de las grandes crisis es que permiten reconocer a los grandes hombres". Necesitamos que nos demuestre que Usted es uno de ellos ...
Daniel Hadad
PD. Sólo dos cosas más:
1) No se olvide de una regla básica de nuestro sistema presidencialista: los casi 9 millones no votamos una fórmula para que nos gobierne, lo votamos a Usted.
2) Recuerde la más elemental de las máximas de supervivencia política: mire bien hacia los costados, porque da la impresión de que no todos los que lo acompañan tienen su mismo afán de preservación institucional ...
Fuente: revista La Primera