N ° 27/2000
Buenos Aires, agosto 21 de 2000.-
Han pasado casi 30 años desde que la nave espacial Apolo XIII estalló durante su viaje hacia la Luna. La historia fue popularizada hace pocos años por una película basada en el libro autobiográfico del comandante de aquella afortunada misión.
La última semana al hundirse el submarino Kursk, de la clase Oscar II, uno de los más modernos de la ex flota soviética, la armada rusa nada pudo hacer para rescatar los sobrevivientes.
Estos dos accidentes muestran dos actitudes fundamentales de dos modelos institucionales, económicos y sociales.
Como puede verse en la película de la Apolo XIII muchas de las dificultades para traer de vuelta a la tripulación fueron atribuidos casi jocosamente a que la nave había sido adquirida y comprada por el “gobierno”. La existencia de filtros de distinto diseño en el módulo de alunizaje y la cápsula Apolo sirve para reafirmar como el estado hace las cosas mal.
Pero la historia de la Apolo XIII muestra como los EEUU son una sociedad abierta donde el problema es informado en forma inmediata y todos los recursos son puestos al servicio de rescatar la tripulación. La NASA no intentó disimular el problema por el contrario busco entre sus contratistas toda la ayuda posible. Cada empresa puso en juego el máximo de sus recursos porque además sabía que su nombre quedaría comprometido en el fracaso.
El Kursk fue construido bajo la planificación del comunismo soviético y es considerado por los rusos una de sus máximas expresiones de poder naval. Sin embargo una falla habría ocasionado una explosión que lo envió al fondo del mar a solo 180 metros de profundidad.
Por dos días el gobierno de Rusia oculto el problema.
Cuando por fin lo reconocieron las naves de rescate no podían llegar hasta el submarino y abrir las escotillas de rescate para auxiliar a la tripulación sobreviviente.
Por fin cinco días después la presión popular obligó a que el gobierno ruso y la armada rusa aceptaran el auxilio de buzos noruegos y un mini submarino británico. Estos en solo doce horas de trabajo llegaron al casco del submarino Kursk.
Dos concepciones de organizar la sociedad se enfrentaron otra vez. Dos concepciones cuya diferencia fundamental es el respeto por los derechos personales o la consagración de las razones de estado.
En el mar de Barents 108, o tal vez más, marinos rusos han tributado sus vidas a un modelo donde el estado y las razones de estado están por sobre la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos. El éxito del rescate de la Apolo XIII no fue consecuencia meramente del azar, ni de la superioridad intelectual de algunos hombres de la NASA, sino de una sociedad abierta cuyos valores esenciales dieron esos frutos.