N ° 25/2000
Buenos Aires, agosto 08 de 2000.-
Si de alguna forma hay que calificar la asunción de Aníbal Ibarra a la intendencia porteña no encuentro ninguna otra. Por mucho que pretendan explicar que de las 144 leyes aprobadas de urgencia la última noche de la anterior legislatura alrededor de 100 no tenían mayor importancia como la de cambiar de nombre un cantero, todos recordamos las maratónicas sesiones del anterior Concejo Deliberante.
Aníbal Ibarra reclamó que necesitaba las leyes, curiosa necesidad que explica la necesidad del gobernante, pero no del ciudadano y contribuyente. Por otro lado la urgencia de aprobar esas leyes tiene una única razón: aprovechar la mayoría que tenía la Alianza en la legislatura hasta esa noche.
Por eso desde las 21 horas y hasta el mediodía siguiente los legisladores porteños se dieron al trabajo de aprobar 144 leyes a pocas horas de vencer sus mandatos y con la plena conciencia del cambio de composición política que el pueblo voto hace solo tres meses.
La otra antidemocrática excusa de Aníbal Ibarra es que esas leyes ya habían sido estudiadas y los nuevos legisladores podían demorar su sanción por la necesidad de estudiarlas y tal vez discutirlas nuevamente. Basura autoritaria solo encubierta por un periodismo “políticamente correcto” que se dedico hace 10 meses a criticar al gobierno de Carlos Menem por gobernar hasta el último día.
La diferencia igual es clara Ibarra, el autoproclamado rey de la transparencia y nuevas prácticas políticas, presidió una maratónica sesión para asegurarse 144 leyes entre las cuales existen muchas destinadas a facilitar adjudicaciones y concesiones.
Para seguir profundizando en la porquería realizada Ibarra prometió medidas claramente contrarias a los ciudadanos: la primera que no bajará ningún impuesto, la segunda que establecerá un compre PyME y un compre nacional cuyos efectos corruptos y antieconómicos ya son bien conocidos.
Finalmente el monopolio de la educación por el estado fue ratificado bajo la usual promesa que justifica la manipulación de las conciencias de nuestros hijos: “tenemos el desafío de elevar la calidad de la educación en todos los niveles”. Hasta ahora el estado ha fracasado durante los 130 años en que ha monopolizado la educación. Continuar con dicho monopolio solo asegura continuar destruyendo la calidad de la educación.