N ° 22/2000
Buenos Aires, julio 17 de 2000.-
En un acto de firmeza inusual para nuestro Canciller, Rodríguez Giavarini anunció que el gobierno abandonaría la política de seducción a los habitantes de las islas Malvinas por considerarla frívola. Así con el inestimable consejo de los funcionarios estables de nuestra Chancillería hemos de volver a las exitosas políticas de declaraciones de algún comité de las Naciones Unidas.
Esas condenas no conducen a ningún lado en orden a negociar la soberanía con Gran Bretaña. Solo nos conducen a un enfrentamiento verbal tan efectivo como fuegos de artificio, aunque sí muy efectivos para convencer a la gilada (el pueblo argentino) de la “seriedad del gobierno”.
Dicha política tiene un elemento esencialmente corrupto que hemos terminado pagando todos los argentinos. Porque para lograr los votos de los reyezuelos y dictadores africanos estos exigen desde dádivas personales hasta créditos subsidiados para sus favoritos. Así fue como Dante Caputo compró su designación como Presidente de la Asamblea General de la ONU, con el dinero de las exportaciones de la operatoria OPRAC I del B.C.R.A.
Los créditos de la OPRAC I funcionaban pagando al exportador o fabricante argentino nuestro Banco Central las exportaciones a los países subsidiados. Los países eran todas dictaduras y reyezuelos africanos, Cuba, Nicaragua, etc. Es decir verdaderas “democracias populares socialistas”, pantalla de dictaduras comunistas.
La mayor parte de los créditos OPRAC I fueron irrecuperables, y debieron ser usados a un valor muy pequeño de su monto original para poder recuperar algo y financiar la creación del Banco de Inversión y Comercio Exterior. Fueron miles de millones de dólares los que pagamos todos los argentinos para financiar la exitosa política de nuestra Chancillería y Dante Caputo entre 1983 y 1989, para no avanzar nada.
La efectista declaración de nuestro gobierno desconoce algunas cuestiones fundamentales de la política exterior del gobierno de Carlos Menem, la seducción estaba dirigida básicamente al pueblo británico en Gran Bretaña. Porque se parte de la necesidad de que sea el pueblo inglés quien acepte la negociación y deje de vernos como un grupo de trogloditas.
Igualmente sucede con los llamados Kelpers, a quienes nuestro actual gobierno cree que por ser menos de 2.000 no debe escuchárselos.
En ambos casos se demuestra una verdadera soberbia antidemocrática. Creer que los Kelpers no deben ser escuchados por ser muy pocos es una aberración esperable de Stalin y Hitler no de un gobierno que se diga democrático. Desconocer que solo con la voluntad mayoritaria del pueblo británico apoyando una negociación podrá el gobierno de esa nación negociar la soberanía de las islas es desconocer el funcionamiento de las democracias.
Pero no es casualidad este giro antidemocrático de la política exterior del gobierno aliancista. Es una confirmación del avance del funcionariado estable de la Cancillería sobre la decisión política del poder ejecutivo. Avance donde los burócratas desean descalificar la gestión del ex Ministro Di Tella porque este les recortó poder y democratizo el Instituto del Servicio Exterior. Dos cosas que esa oligarquía no está dispuesta perdonarle a Guido Di Tella.
En cuanto a la efectividad de pedir la negociación de la soberanía y sino no negociar con Gran Bretaña, no cabe comentario alguno porque ya fracaso durante décadas. Poner a las Naciones Unidas de por medio solo nos generará pago de favores y otorgamiento de créditos a los dictadores africanos para obtener sus votos. Algo que nadie se anima a decir pero que cuantos negocian con esos países saben.