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N ° 22/2000

Buenos Aires, julio 17 de 2000.-

LA NABOCRACIA

Por José Benegas

Uno tras otro los dogmas argentinos son falsos, sólo sirven de droga a la población para soportar el fracaso continuo. No distinguen niveles de educación supuesta o real. Son siempre relativistas (aún siendo los más dogmáticos de los dogmas; o, quizá justamente por eso). Aquél que los discute es un inadaptado y no pierde ese apelativo ni siquiera cuando el dogma cae a pedazos, cosa que indefectiblemente pasa en todos los casos; porque llegado el caso el dogma no existió jamás.

Me ocuparé del último: "El próximo gobierno -- es decir, éste -- no puede hacer otra cosa que continuar la línea trazada por Menem". He aquí el resultado: la nabocracia. Esa forma de gobierno centrada en los PYMEC (pequeños y medianos cerebros), muchas fotos, exaltación de los valores socialistas, corrupción reinterpretada e impunidad descarada, persecución los réprobos sociales por "imperativos" del marketing, sin importar los a medios, con la complicidad de la voracidad popular y la absoluta complicidad de casi todo el periodismo. Es decir, algo así como una revolución francesa pero por odios mucho más pequeños. En sentido estricto: el gobierno de los nabos para los nabos y por los nabos.

El clima opresivo que vive todo el que no forma parte de la tiranía de los buenos y no hace la vista gorda de ella, no dista mucho del de los países declaradamente socialistas. ¿Acaso no nota usted que en cualquier grupo las mayorías se han vuelto completamente intolerantes?. La predica colectivista de "solidaridad", "antidiscriminación", "derechos humanos", ecologismo, es la explicación. ¿Usted creía que su forma de vida nada tenía que ver con valores en particular, con ideas en particular?; entonces usted fue el instrumento.

Sin embargo el gran nabo (insuperable como tal) no duerme en la misma cama que Menem; sus jefes del grupo socialista "Clarín", con amplios negocios con el estado, no lo dejarían.

Hasta acá llegué. Ojalá hubiera podido contarle que el Rey estaba desnudo, pero la situación es un tanto más grave: Estamos gobernados por nabos. Ya hice mi parte; ahora el problema es suyo.

 

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