N ° 19/2000
Buenos Aires, junio 20 de 2000.-
El Presidente de la Nación, don Fernando de la Rua se muestra confundido porque dice que todos vemos al país peor de lo que está. En otras palabras se queja porque le seguimos creyendo. Son él y sus ministros quienes se afanan por explicar en todo el mundo que nuestro país está en una crisis terrible.
Ellos creen que adjudicarla al anterior gobierno resuelve el problema pero lo cierto es que los peores propagandistas, los que más desalientan la inversión en Argentina son los funcionarios del propio gobierno nacional.
Mientras los brasileños recorren el mundo hablando loas de su país, nuestro gobierno nos muestra en una crisis gravísima, que sumada a la inseguridad jurídico tributaria y el exceso de facultades que reclama la propia administración nacional espantan a los inversores y empresarios.
Todos se reían de Menem porque cada vez que viajaba al exterior hablaba con entusiasmo del país, estaba vendiéndolo todo el tiempo. Todos decían vamos a Argentina que algo pasa allá, hoy todos dicen vamos a Brasil porque en Argentina hasta dentro de 2 años no pasará nada.
El culpable de esta situación es el propio Presidente de la Rua.
En un acto de voluntarismo infantil se reunió el viernes con 150 empresarios y los exhorto a “generar señales positivas”. En nombre de IDEA Jorge Aguado se comprometió a sumarse a las críticas y promover la cooperación.
Esto tampoco es liberalismo, es complicidad y pretender que los argentinos somos tontos. No es que nos aumentaron los impuestos, ni que bajaron sueldos de algunos empleados públicos y jubilados, que todo cuanto prometió para conseguir los votos se le olvidó antes de asumir. Es solo imaginación de la gente.
No existe posibilidad alguna salvo el voluntarismo radical socialista que los argentinos puedan hacerse optimistas porque el Presidente se pone de acuerdo con 150 empresarios para cambiar las señales.
Las palabras de Jorge Aguado fueron todo un catálogo de complicidad con el gobierno. Cada vez que un gobierno en cualquier país acuerda con los empresarios los ciudadanos y consumidores pagan la cuenta. No es liberalismo, es corporativismo, social estatismo.
No bien llegado de su gira además De la Rua expresó ante un grupo de periodistas “Si tuviera mucho dinero, que lindo sería, podría repartirlo y así socializar”.
Del dinero que hablaba De la Rua es del nuestro. Lo que expresó es la quintaesencia del socialismo y de la corrupción, tomar el dinero ajeno para repartirlo a otros. El Presidente no es Robin Hood, ni queremos que lo sea, ni que nos robe el dinero para darlo a otros. La caridad es mía, es de cada uno. Un presidente cuando reparte dinero solo reparte el dinero de los impuestos, el que por la fuerza les quita a otros.
Parece que en su gira aprendió todo lo malo de los dictadores como Mugabe.