N ° 16/2000
Buenos Aires, mayo 29 de 2000.-
Cualquiera sea el resultado de la elección presidencial en el Perú un nuevo peligro para la voluntad popular ha surgido en América Latina. El peligro al que me refiero es la intervención extranjera en elecciones nacionales. Toda la campaña electoral del Perú se ha visto como un grupo de políticos y periodistas extranjeros progresistas intentan deslegitimar la elección de Alberto Fujimori.
La actitud del candidato opositor Alejandro Toledo de buscar internacionalizar la decisión electoral del pueblo peruano nos muestra a Bill Clinton reclamando en el Perú lo que no se anima a reclamar de Fidel Castro ni en un 10%. Lo mismo sucede con la OEA, otras naciones menos poderosas y por supuesto con el periodismo políticamente correcto o progre.
La consigna es todos contra Fujimori. Y Toledo al no presentarse a la segunda vuelta alienta esa actitud.
El segundo peligro viene de los sistemas de ballotage o doble vuelta. Primero Alejandro Toledo al igual que Domingo Cavallo en la ciudad de Buenos Aires ya no tenían una posibilidad de no presentarse a la segunda vuelta. La sola presentación de sus candidaturas implica la aceptación expresa de las reglas del juego de ir a la segunda vuelta.
En Buenos Aires una inteligente campaña mediática logró el ‘desistimiento político’ de Cavallo y que Nabal Ibarra y Cecilia Felgueras sean ilegalmente proclamados jefe y vice jefe de gobierno. Pero demostró como una campaña mediática bien montada sirve para violar una norma constitucional.
En el Perú, la ilegal no presentación de Alejandro Toledo ha servido, y servirá en futuro no lo dudo, para deslegitimar internacionalmente la presidencia de Alberto Fujimori. Pero mientras no tomo la decisión uso la posibilidad como un chantaje político.
No juzgó si tenía razón suficiente Toledo por dos motivos. El primero y más obvio es que difícilmente a través de la prensa pueda formarme una juicio verdadero, tanto la progre como la fujimorista parecen tener razón y no es posible que ambas la tengan a la vez. El segundo es que a los efectos de esta reflexión no es necesario.
Ante estos ejemplos de situaciones tan manipulables para nuestras democracias cabe preguntarse si el sistema de doble vuelta y ballotage es bueno y eficiente. Ante el peligro del chantaje por quien pierde la elección como Alejandro Toledo la doble vuelta implica un potencial conflicto con intervención extranjera e ingobernabilidad interior.
Imaginar un conflicto así en una elección muy reñida casi nos lleva a oler la pólvora del enfrentamiento. Y aún resuelto en forma pacífica en la dificultad de gobernar en paz después para el elegido.
Por esas razones, además de la preservación del federalismo posible, me inclino a pensar que nuestros constituyentes de 1853 tuvieron razón al establecer la elección presidencial mediante un colegio electoral. Se vota una vez y que luego se hagan las alianzas que resulten necesarias, pero no hay peligro de chantajear a la democracia, ni de violar la legalidad.