N ° 14/2000
Buenos Aires, mayo 15 de 2000.-
La educación es uno de esos ‘monstruos sagrados’ que en la Argentina no se puede tocar. Pareciera que todo anda bien salvo los salarios docentes. En especial la educación pública es parte de la intocable mitología argentina.
Sin embargo, casi todos los argentinos manifiestan su disconformidad con la educación que reciben sus hijos. Pocos piensan que el problema sea el monopolio de la educación estatal. Porque por mucho que quienes podemos mandemos a nuestros hijos a escuelas privadas, la verdad es que los planes de estudio son fijados por el estado.
Se supone que existen ciertas libertades porque según la última Ley Federal de Educación el estado deja ciertos contenidos a fijar por cada escuela. Pero la trampa es que los contenidos básicos y obligatorios son tantos que no alcanza el año lectivo para cumplirlos con lo cual difícilmente se den los libres.
Cierto es que muchas escuelas privadas conscientes de la incapacidad de inspección estatal incumplen los planes obligatorios estatales y dan modificaciones. Pero son las menos, además de tomar un riesgo por violar una norma llamada ley.
Es frecuente escuchar a padres decir que el polimodal es una porquería, que en la escuela sus hijos no aprenden nada y se lamentan que la escuela pública haya caído tanto porque están obligados a enviarlos a privadas que no sirven.
Lo increíble es que no vean que el fracaso de la escuela privada obedece al monopolio estatal de la educación en sus contenidos. La diferencia entre estudiar en una escuela pública o privada es la misma que existiría entre alojarse en una mala pensión o en un hotel de una cadena internacional (cualquiera sea su categoría). Los hay de dos, tres, cuatro y cinco estrellas. Los salones y habitaciones son mejores o peores, el personal más o menos eficientes, pero en definitiva solo nos dan alojamiento.
Igual sucede con las escuelas. Las privadas tienen mejores computadoras, los baños están limpios, las aulas también, etc. Pero los programas son idénticos a la escuela pública.
Los padres hemos aceptado una idea según la cual no estamos capacitados para ocuparnos de la educación de nuestros hijos. Por eso el estado debe ocuparse de los contenidos y programas. Hemos sido relevados de educar a nuestros hijos aceptando que sean sacados de nuestras casas a escuelas estatales, aun aquellas administradas privadamente.
La educación en argentinas es un desastre, y ese desastre está en manos del estado. Lo viene estando en forma monopólica desde que fuera sancionada la Ley 1420 hace más de 100 años.
El estado ha fracasado en el negocio petrolero, en el telefónico, etc. En todos aquellos donde cualquier privado hace fortunas. Ha demostrado su ineptitud histórica en todo el mundo para administrar y prever el futuro, pero nadie se anima a cuestionar su monopolio en la educación. En lo más importante y determinante del futuro de los argentinos más jóvenes.
Uno de los sectores que más ha hecho y hace por la educación en Argentina es la Iglesia Católica, contra quien fue sancionada aquella ley 1420. El actual Ministro de Educación Juan Llach es un hombre vinculado a la Iglesia Católica por lo cual lo imaginábamos inclinado hacia una liberalización educativa. También porque se cree que Domingo Cavallo es un liberal y como Juan Llach fue su viceministro parecía a casi todos un liberal católico,
Sus primeras acciones y palabras en defensa del modelo actual de educación y de universidades nacionales, ya fueron un anuncio acerca del error de valoración que teníamos muchos sobre Juan Llach.
Su posterior anuncio del proyecto de establecer un “servicio social solidario y obligatorio” demostró que en realidad teníamos enfrente al Camarada ‘Matrix’ Llach. Este tipo de propuestas es propio de Fidel Castro y sus pioneros, para no hablar de los komsomoles y jóvenes hitlerianos.
Un servicio social que sea solidario y obligatorio, es casi anticristiano, porque ataca la caridad y voluntariedad que debería fundar ese tipo de acciones. No existe solidaridad forzosa, es el uso al infinito de una palabra ya sin contenido –solidaridad- para imponer la uniformidad a las mentes.
El segundo avance que se pretende hacer en la uniformidad de las mentes de los argentinos viene por el proyecto de Educ.ar, la red de formación educativa y propaganda del gobierno. En demostración de ello al entrar al sitio en cuestión solo se encuentran discursos del Presidente y de su Ministro y el anuncio del proyecto.
Como en la película Matrix la educación trata del control de las mentes, del desarrollo de valores personales. El modelo educativo argentino tiene por objetivo la uniformidad de ellos.
El socialismo fracasa porque es moralmente malo y equivocado en no respetar los sentimientos y aspiraciones individuales. Reemplazar ministros de educación, directores de escuelas, no cambia al sistema. No cambiaba el desastre soviético por cambiar los gerentes de sus corporaciones estatales. Lo que Llach está haciendo es emparchar un sistema que ha fracasado. Es un camarada más, con rostro más apacible, con mejores formas y sin dudas sin hacer negocios personales en la función pública. Pero no deja ser un camarada que administra el socialismo educativo y solo tiene por objetivo dotarlo de medios más modernos, y por lo tanto más peligrosos.