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N ° 13/2000

Buenos Aires, mayo 08 de 2000.-

TOMADURA DE PELO

      La política es una actividad extenuante y sacrificada como pocas. Requiera una vocación enorme, y sobre todo una ambición muy poderosa. No existe otro modo de llegar a presidente, Chancy Gardiner está bien para una novela, pero ahí termina. Cuando salimos del cine sabemos que para llegar a presidente de un país los políticos sacrifica la familia entera, los amigos (algunos dirán que se cambian por cómplices y se termina por confundirlos con aquellos), la carrera laboral o profesional, todo cuanto haga falta.

      No hay otra forma de llegar. Quien diga lo contrario falta a la verdad.

      Por eso cuando los políticos (lo he sido) se nos presentan como desinteresados benefactores, abuelos buenos y quieren ser presidentes algo falla. Y es lo que sucede con Fernando De la Rua que enamorado de su personaje cuenta que “él tiene vocación de profesor universitario, no de político pero que siempre lo llamaban y él iba”.

      No se deja a la familia para hacer giras proselitistas sino se tiene la ambición. No está mal tenerla, lo malo es mentir, ser vergonzante o creernos tontos a los ciudadanos.

      Usted señor Fernando De la Rua no está ahí porque lo llamaron, nadie lo hubiera llamado, sus correligionarios se matarían por estar en ese sillón. Y usted mismo los ‘mató electoralmente’ a propios y extraños. Basta de tratarnos como tontos. Triunfar es bueno, salvo que haya matado y violado las reglas para triunfar.

      No necesita jugar ese papelito de Chancy Gardiner, Richard Bach podrá escucharlo y tal vez hasta sonría pensando en El Principito. Para ser presidente hay que ambicionarlo, nadie pone su boleta en decenas de elecciones sino lo quiere. Nadie lo obligo a ello, y no está mal que lo haya querido.

      No nos vaya a venir después con que lo llaman para reelegirse y usted tampoco lo quiere. Porque son preferibles los que quieren y no tienen miedo de su ambición. Los que no quieren son mediocres y el presidente siempre es uno solo. Es el ganador de una maratón, requiere una enorme voluntad y ambición.

Por eso no necesita tomarnos el pelo, mejor sería usar el tiempo de otra forma.

      En el mismo vuelo también deslizo el Presidente De la Rua que en el Banco de la Nación existían casi U$ 800 millones de créditos casi irrecuperables dados a grandes empresas. Si ello es cierto sería bueno y saludable que de a conocer los nombres. Todos.

      Digo todos, por aquello de la empresa manufacturera de cueros que quebró y dejo un clavo de más de U$ 50 millones al Banco de la Nación. En el directorio de esa empresa estaba entre otros según versiones periodísticas un tal Fernando de Santibañes cuyo nombre no debe serle desconocido a De la Rua. El Juez Gabriel Cavallo, de quien se dice ambiciona ser camarista, habría, a su vez, archivado la investigación con una velocidad que haría palidecer a Michael Schumacher.

      De ahí viene aquello de hacer de la Side la $ide. Porque reunir inteligencia económica, así evitamos que el Banco de la Nación de esos créditos, o peor aún que se sepa que no eran los amigos de Carlos Menem lo beneficiarios de ellos. Massoni y Garrido una vez más están en otro lado, para confirmar que su OA es solo la Oficina de Encubrimientos y Persecuciones.

      La juegan de moralistas, pero demuestran que solo es una fachada. Nos toman el pelo.

      ¡Ah! Por cierto es hora de privatizar también el Banco de la Nación, total entre el Centenario, y estos cerditos a los más ricos a perdida de todos los argentinos, mejor no tener el banco.

 

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