N ° 11/2000
Buenos Aires, abril 24 de 2000.-
La tormenta se desató cuando hace una semana, en la reunión semanal del gabinete nacional, el Ministro de Relaciones Exteriores, Lic. Adalberto Rodríguez Giavarini anunció que Argentina había votado en la ONU una condena a Cuba por las violaciones a los derechos humanos en ese país
De inmediato los sorprendidos castristas perdieron la compostura y se les cayo la máscara.
El ex presidente, Raúl Alfonsín también se declaro ofendido porque como presidente de la UCR, del ‘partido’ se había enterado por los diarios luego de la votación. Notable reacción la de Alfonsín quien demuestra creer que el partido, es decir el suyo, es más importante que el país. Que el gobierno de la Nación elegido democráticamente debe sujetar sus decisiones a las ideas de él. Al partido, que todos sabemos maneja Alfonsín y no De la Rua, una forma bien clara de usurpar el poder.
A Alfonsín el pueblo no lo volvería a votar para Presidente, ni tampoco debe olvidar que quien fue votado presidente se llama Fernando De la Rua.
Los ministros castristas son: Rodolfo Terragno, Jefe de Gabinete; Federico Storani, Ministro del Interior; Nicolás Gallo, Ministro de Infraestructura y Vivienda, Graciela Fernández Meijide, Ministra de Acción Social y Ricardo Gil Lavedra, Ministro de Injusticias y Abusos Humanos.
Como forma atenuada de defensa de Fidel Castro y su régimen tanto el radicalismo, como los funcionarios permanentes de nuestra cancillería defienden que Argentina debería abstenerse en este tema de los derechos humanos en Cuba. La razón ha sido “no entrometerse en asuntos internos de otros países”.
¿Será que lo que vale para proteger a Fidel Castro no se le aplica a Baltazar Garzón? ¿Será que la OEA y los EEUU se equivocaron en promover la defensa de los derechos humanos en América en los años 70 y 80? O es simplemente que existe una nueva clase de seres humanos que no conocíamos. Los que torturados y sojuzgados por regímenes comunistas no merecen el respeto de su vida, libertad y propiedad.
Recordemos que entre otros dirigentes que traicionaron las instituciones nacionales respaldando a Baltazar Garzón presentándonse como testigos voluntarios en sus causas contra los militares argentinos estuvo Graciela Fernández Meijide. Más claro no puede quedar la complicidad con sus camaradas, para ella Castro debe ser un demócrata.
Para los castristas, que apoyan un régimen autoproclamado comunista, los derechos humanos solo se violan en regímenes militares. Jamás en Cuba, o en la Etiopía de Mengistú, Zimbabwe de Mugabe, Camboya de Pol Pot, China comunista, Norcorea, Vietnam comunista, Nicaragua castrista, Angola del MPLA filo comunista, etc. Él solo condenar a alguno de estos dictadores parece un pecado imperdonable.
Como paradoja del voto argentino condenando a Cuba por sus violaciones a los derechos humanos el Presidente De la Rua, debió respaldar al Ministro de Relaciones Exteriores, Rodríguez Giavarini. En realidad debería haber respaldado a quienes se expresaron en contra del voto que él mismo había instruido.
Pero también demuestra que De la Rua ha nombrado a un gabinete que no lo siguen en sus ideas, ni sus políticas. Lo inexplicable es que no los renuncié.
Un ataque final se sostuvo en decir que votar esta condena a Cuba los “dejaba pegados a la política de Menem” quien había cambiado la postura abstencionista tradicional por la de votar positivamente la condena.
Lamentable argumento de los castristas, de lo que deberían avergonzarse es que durante el gobierno de Alfonsín entre 1983 y 1989 ellos respaldaron continuar un abstencionismo que venía desde el Proceso.
De la Rua en esta materia mostró que se puede construir sobre los cambios que Menem hizo, que no debe hacerse todo solo para quedar despegado.
Sueltito: Finalmente el cronista Santoro de La Nación no pudo evitar mostrar también que es castrista cuando reporteó al Ministro Rodríguez Giavarini reprochándole que Argentina se había entrometido en asuntos internos de Cuba y había continuado la política de Menem.
Esta actitud de Santoro tiene la virtud de desnudar la militancia con que actuaron desde hace años. No son periodistas independientes, tienen ideología y dependen de su Comandante, Fidel Castro. Sus ataques a la administración Menem no eran inocentes, como tampoco el silencio con el cual protegen a sus camaradas dentro del actual gobierno.