N ° 10/2000
Buenos Aires, abril 17 de 2000.-
La semana que paso nos enseño que ahora existe una nueva forma de democracia, ahora nos vigilan. En el Perú aprendimos que nos vigilan los europeos, la OEA, Clinton y Carter. Este último es un extraño caso de delincuencia política moderna ya que ha logrado usurpar el ejercicio de la política exterior norteamericana durante la gestión de Cinton.
Carter que ha sido tal vez el peor presidente de la historia de los EEUU, es sin embargo un campeón de la democracia y los derechos humanos para la izquierda. Por lo tanto el periodismo “políticamente correcto” sigue sus actividades con mucha simpatía y apoyo, forzando inclusive en más de una oportunidad decisiones del “hombre más poderoso del planeta”, el presidente de los EEUU.
Por eso el candidato presidencial en Perú Alejandro Toledo dirigió toda su acción durante los dos primeros días luego de las elecciones a obtener el apoyo de los EEUU, y numerosas “embajadas” europeas para obtener una segunda vuelta electoral. La OEA, una organización autodenominada Transparencia y el Centro Carter denunciaban el fraude electoral que calificaron escandaloso. Su respaldo fueron las encuestas a boca de urna.
¡Curiosa concepción de la democracia es esta en que las encuestas deben prevalecer sobre el voto de los pueblos!
Curiosa concepción de la soberanía popular y nacional, del indigenismo, que para ganar necesitan la intervención de los “reyes” de Europa. De esa Europa de donde salieron los Hitler, Stalin, Lenin, Mussollini, Franco, Trotsky, etc. que ha logrado hacernos creer que la historia mundial empezó recién en la década del 50 para así omitir los genocidios y guerras mundiales que ellos causaron, de las ideas totalitarias que engendraron.
Toledo sabedor de la “influencia” internacional de Carter, especialmente entre la “prensa políticamente correcta” realizó un maratón ante embajadores europeos y al de los EEUU. Fujimori en respuesta demostró tener una perspicacia superior a la de los “virreyes europeos”.
Para empezar este drama político las encuestadoras, el jefe de una misión de la OEA y el mismo Carter advirtieron que se estaba organizando un fraude gigantesco en los pueblos más alejados de Lima, en las montañas andinas, etc.
Paradójicamente si hubo fraude este se desarrollo bajo sus propias narices, porque Fujimori y Toledo empataron, casi literalmente, en todo el interior peruano. Ganaba uno o el otro pero por muy pocos votos, salvo en Lima donde Fujimori gano por gran diferencia.
Ni encuestadores, ni observadores internacionales han dado ninguna explicación sobre estas cuestiones. Porque si hubo fraude sucedió ante sus ojos y no lo advirtieron. O tal vez no lo hubo, pero los encuestadores necesitan defender su negocio, y los observadores internacionales también.
Mejor que se discuta un fraude del que nadie aporta pruebas a que se los despida por mentirosos e inútiles. Aunque esto último, si existió el fraude, sería su destino inevitable sino no gozaran de la “protección mediática de muchos periodistas”.
Pero si hubo fraude electoral, Alberto Fujimori ha demostrado una astucia superior a aquellos virreyes y a sus adversarios. La diferencia de votos a disputar en la segunda vuelta presidencial será de más de un millón de votos. Fujimori solo necesitaría repetir la elección de la primera vuelta y sumar 30.000 votos de los que se disputan para triunfar.
Demasiado pocos votos para dudar que pueda obtenerlos. De esta forma Fujimori juega el juego de los “transparentes” progresistas pero les dio vuelta la mano. Con tan escasa diferencia de votos se hace legitimar por esa izquierda que lo detesta y anhela su derrota. Cualquier persona con una mínima experiencia electoral o política sabe ya que Fujimori va a triunfar en la segunda vuelta.
Ahora cuando el tiempo pasa y los “observadores independientes” como Emilio Gilolmo representante de la Federación Internacional de Derechos Humanos, y el Centro Carter, advierten que han sido envueltos por Fujimori comienzan a descalificar los resultados que aceptaron hace una semana.
Pero ese juego tiene patas cortas. Cada vez que un resultado electoral no les gusta denuncian el resultado, y entonces las encuestas a favor de su posición valen que el voto popular y las actas firmadas por los fiscales de los partidos políticos.
Muchos de los observadores denunciantes avalan a Fidel Castro, pertenecieron al comunismo o a sus organizaciones de frente, a partidos y movimientos cómplices de genocidios a lo largo y ancho de todo el mundo, con Pol Pot, Mengistu, Robert Mugabe, Ho Chi Minh, Mao Tsé Tung, etc. y pretenden presentar a Fujimori como un dictador peor que Hitler.
La “intromisión en las elecciones del Perú de EEUU, la OEA y muchos países europeos, es inaceptable. Es aceptar un concepto de “democracia vigilada”. Donde el progresismo enquistado en medios de comunicación decide quienes son vigilantes y quienes deben ser vigilados. Como muestra de su hipocresía ninguno de estos demócratas le preocupan las elecciones de algún país africano, de la China Comunista, de Vietnam, ni mucho menos en su amada Cuba de Castro.
Ni tienen derecho de vigilarnos, ni a nosotros, ni a nuestras democracias.