N ° 10/2000
Buenos Aires, abril 17 de 2000.-
Aclaración previa: Julia Elena Lozano, nació el 12 de junio de 1954, y desapareció el 19 de noviembre de 1976, es mí hermana. No quiero hacerle trampas a nadie, por eso para quienes no lo saben esta aclaración previa, no final.
Las declaraciones de la candidata Elena Cruz acerca de la prisión de Jorge Rafael Videla nos traen una vez más a un debate que parece no terminar. Cada vez que se inicia me pregunto cuantos de quienes participan en esos debates conocen el dolor de primera mano, cuantos quieren justicia y construir un mundo mejor y cuantos solo quieren revancha.
No me interesa el debate sobre la candidatura de Cruz, sino la visión tuerta de la historia. Cada vez que se inicia un debate sobre los años 70 en Latinoamérica parece que los militares y la derecha eran un grupo de enfermos sedientos de sangre, que vivían para hacer un genocidio.
Pareciera que no existió la URSS, ni la guerrilla terrorista, que los “movimientos de liberación” eran solo unos jóvenes románticos y demócratas. Tal vez algunos de ellos lo fueron, igualmente en la izquierda y en la derecha. Pero todos sin excepciones estaban comprometidos en desarrollar una guerra, un modelo de conquista del poder totalitario.
Para quienes quieran ilustrarse bastaría que lean “El Furor y el Delirio” Autobiografía de Jorge Masseti, ex combatiente del ERP, del FSLN en Nicaragua y de otras desventuras alentadas por Fidel Castro y su régimen terrorista.
Enseñar la historia en forma tan parcial confunde a los jóvenes de hoy. En el futuro los pueda llevar a nuevas ‘guerras de liberación’ en nombre del falso ideal. Allí donde triunfaron los movimientos de liberación nacional izquierdistas se establecieron dictaduras que torturan, matan, que suprimen la democracia, la libertad de prensa, todo derecho individual o garantía de un juicio justo.
El Proceso de Reorganización Nacional (nombre bien pomposo) no surgió de la nada, ni de la Escuela de las Américas, ni de un grupo de melómanos enfermos de sangre. Fue consecuen6cia del fracas6o de los políticos y de la agresión deliberada de la izquierda al resto de la sociedad. Que el remedio no resultara el mejor, ni él más justo, obviamente no tengo dudas. Pero de allí a que muchos militares argentinos sean los únicos y exclusivos culpables hay otro mundo de mentiras. La violencia del terrorismo de estado fue la agresión comunista, que llevo al contraterrorismo de estado, la represión militar. No se puede explicar la una sin la otra.
Esa visión de la historia no es casual, los ex comunistas y otros ismos totalitarios de izquierda que colaboraban con aquellos, han vuelto disfrazados de periodistas, fiscales, jueces, diputados, necesitan que exista un solo demonio. Es su camino a una legitimación política unilateral.
Castro lleva 41 años de dictadura brutal e inhumana, sin elecciones, sin libertad de culto, prensa, trabajo, sin reconocer derecho de propiedad, ni partidos políticos, una policial que tortura, apoyando guerrilleros, secuestradores y asaltantes de bancos en el extranjero. Entre los blancos de sus guerras de liberación estuvo Argentina.
Videla solo estuvo en el poder 5 años. Si bien no había libertad de prensa, y difundir ideas opositoras tenía graves riesgos, etc. no cabe duda que comparado con el régimen de Castro, fue una dictablanda. Tampoco que el mismo Partido Comunista apoyo durante algunos años al régimen de Videla porque este tenía posiciones favorables a la URSS por el comercio de granos.
Finalmente la semana pasada en Cuba se reunió el G 77, algo que con Menem habíamos dejado atrás. Argentina en política internacional se tuteaba con las grandes democracias de Occidente. El gobierno envió a La Habana al Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Rafael Pascual, quien emocionado en un reportaje confeso “haber tenido el honor de estrechar su mano dos veces en tres días con el Comandante Fidel Castro”.
Por mi lado quisiera que Pascual se lave las manos porque su emoción ha sido pagada con la sangre de decenas de miles de cubanos y otros latinoamericanos. Porque si tienen horror por Videla, su emoción por Fidel Castro no es otra cosa que confesar que su corazón está con la dictadura más larga, brutal y sangrienta de América Latina. La de Fidel Castro.