N ° 06/2000
Buenos Aires, marzo 20 de 2000.-
Hace una semana los empleados del Teatro Colón decidieron realizar una huelga en forma sorpresiva. La razón serían los dos meses de atraso en el pago de sueldos y algunas otras cuestiones que para Teresa de Anchorena, Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, serían también menores.
Así lo dijo esta funcionaria mimada por los medios argentinos culturosos y políticamente correctos, sin que a nadie le escandalizara. Claro que el problema más grave para la “opinión publicada” era la intempestiva suspensión de las funciones de la “La Bella y la Bestia”.
Pero como siempre estas cuestiones desnudan otras lecciones, por ejemplo se sabe que durante la gestión radical el Teatro Colón ha llegado a tener 1.300 empleados y tiene un presupuesto anual de 55.000.0000 de pesos. Y después algunos sostienen que la Alianza no hace nada para combatir el desempleo.
“No sé si es mucho, o no.” Dijo Teresa de Anchorena en un reportaje a Radio 10 al referirse a los 1300 empleados que tiene el Teatro Colón.
Me pregunté entonces si no sabe, ¿para que está? ¿Porqué no se va?
Dudas políticamente incorrectas ya que se trata de una funcionaria radical, aliancista y delarruísta. Lo cual debe entenderse como que resulta innecesario saber sobre las áreas a su cargo, sobre si los recursos de los contribuyentes son bien o mal gastados.
Me pregunte que hubiera pasado si esa respuesta hubiera sido de Alderete, o de María Julia, o de Carlos Corach, o de cualquier otro emblemáticos menemista.
Tengo claro que como dice la propaganda de una conocida tarjeta de crédito “pertenecer tiene sus privilegios”. Se puede ser agente de la SIDE en los EEUU sin saber inglés (la Argentina ocupará el lugar correspondiente en el libro Guinnes de los récords por ser el primer país que designan espías con necesidad de traductor), o llamarse Coraje Avalos, ser hijo de un amigo folklorista del Presidente de la Rua y sin saber inglés ser también contratado para trabajar en New York en la promoción del turismo hacia Argentina.
“Pertenecer” a un gobierno “políticamente correcto y progresista” tiene esa impunidad. Esa que te permite estar al frente de un organismo y no saber ni de que se trata, ni necesitar ser responsable por el dinero público que malgastas.
Y supe que ningún juez, fiscal, ni oficina anticorrupción, o periodista le diría señora que si no va por Tribunales al menos que renuncie. Porque “pertenecer tiene sus privilegios”, él de la impunidad entre otros, el de la falta de idoneidad y ser aplaudido igual. Y supe que ella, Teresa de Anchorena, pertenece.