N ° 06/2000
Buenos Aires, marzo 20 de 2000.-
El último viernes el gobierno nacional y él de la ciudad, ambos de la Alianza, empeñados en ganar los votos de la comunidad judía en las próximas elecciones municipales inauguraron la plaza en memoria del atentado que en 1992 destruyó la embajada de Israel en Buenos Aires.
Para ello montaron un enorme circo sin importarles los derechos de ningún vecino del barrio circundante de la esquina de Arroyo y Suipacha. Desde las 9,30 horas de la mañana comenzaron a cortar calles impidiendo a los vecinos acceder o salir de sus garajes. Y caminar implicaba aceptar someterse a un detector de metales.
Un atributo esencial al derecho de propiedad como es el uso y goce la cosa propia se vio restringido porque los señores jerarcas de la Alianza tenían un acto a la tarde. A ninguno de esos funcionarios del gobierno le importa que nosotros paguemos impuestos por la patente automotor, a los bienes personales (incluyendo el automóvil), el confiscatorio Fondo de Incentivo Docente, sin contar que el 70% del combustible son impuestos y el 50% del auto también.
Pagas impuestos. Sos dueño de tu auto, pero un jerarca político del gobierno puede decidir que un día por muchas horas no podrás sacarlo del garaje. Y si lo sacas tenés que estacionar pagándole al señor licenciatario de los parquímetros que el viernes 17 de marzo multiplicó su facturación. Ello con el consabido riesgo que te roben el automóvil y el gobierno no haga nada para proteger tu propiedad.
Sin relatar los embotellamientos de tránsito que lograron. Para muchos será una exageración, pero la verdad es que los funcionarios no tienen derecho alguno de hacernos malgastar nuestro tiempo. Que es único y propio.
A los que, además, necesitaban salir y volver de sus hogares se los obligaba a pasar por un detector de metales y otros chequeos. Disposición tomada por el mismo gobierno que quito a la policía la facultad de registrar por armas a los merodeadores, y demás delincuentes.
Sin contar que en esa esquina existe un colegio católico y media cuadra la Asociación Argentina de Cultura Británica por lo cual cientos de estudiantes de todas las edades también se vieron demorados y sometidos al chequeo del detector de metales.
Un ciudadano común es asaltado en esas mismas calles sin ningún tipo de reacción por las fuerzas de seguridad y los jueces. La policía no puede registrar a los delincuentes, etc. por decisión del gobierno de la Alianza. Pero como venían los jerarcas y querían montar un circo mostrando al mundo que bueno es este gobierno se permitieron revisar y acosar a todos los vecinos.
Si realmente esperaban que pudiera existir un atentado lo lógico no era restringir el derecho de circular de los vecinos, sino no hacer el acto. Claro que la “moral políticamente correcta” de los progresistas les permite exponer a todo un barrio a un nuevo atentado si con ello nos ganamos elogios de la prensa. Pero creo que sabían que no habría atentado y el show iba a impactar favorablemente en su imagen.
La realización del acto, los controles y restricciones que sufrimos ese día vecinos, y demás ciudadanos que trabajan, y estudian en ese barrio, fueron una muestra más del absoluto desprecio por los derechos de los ciudadanos. De esos derechos que tenemos y cada día los funcionarios nos pisotean sin importarles un comino.
Finalmente los discursos de un efectismo electoralista, emitidos tanto por el Embajador de Israel como por nuestro Presidente, remacharon la jornada. Cabría recordarle al Embajador de Israel que ellos son más eficientes para resolver los atentados porque sus leyes admiten la tortura para obtener información de actos contra el Estado de Israel. Aquí ya no lo hacemos.
Cabría recordarle a los señores Aviran y De la Rua, que la guerra entre Israel y Hezbollah no es una guerra argentina. Que aquí un hijo de inmigrantes árabes, Carlos Menem, convertido al catolicismo llego a la Presidencia de la Nación y fue quien más ministros de origen judío tuvo en su gabinete. Que esos atentados (la voladura de la Embajada en 1992 y la AMIA en 1994) seguramente tienen más que ver con el apoyo que la administración de Menem dio a Israel y los países árabes moderados contra los regímenes fundamentalistas que a cualquier odio u antisemitismo local.
Cabría decirles que casi todas las víctimas fueron argentinas. Que los israelíes no tienen ni el monopolio del dolor, ni del deseo del esclarecimiento de ambos atentados. Pero también que muchas veces el tono acusador como el usado despierta broncas que no existían.
Hagan su show señores políticos, pero no engañen al mundo, en Argentina la tolerancia religiosa, de color, de nacionalidades, etc. existe hace demasiado tiempo. Aquí convivimos, nos casamos, nos mezclamos las mismas razas y religiones que en Europa y Medio Oriente se la pasan matándose entre ellos.