N ° 02/2000
Buenos Aires, febrero 21 de 2000.-
La campaña presidencial para noviembre de este año costará a los partidos Republicano y Demócrata en los EEUU alrededor de U$ 500 millones, algo así como dos dólares por ciudadano.
Más allá de si es mucha o poca plata, falta sumar los grupos que promueven referéndums, senadores y representantes. Pero la cuestión del origen de ese dinero ha sido la catapulta del éxito electoral inicial del aspirante republicano, el Senador por Arizona, John Mc Cain.
Mc Cain acusa a George W. Bush de ser el candidato del establishment partidario que quiere mantener el sistema de financiamiento actual. Las limitaciones al aporte proveniente de empresas es visto favorablemente por Mc Cain y mucho demócratas. Para los republicanos es un suicidio ya que limitar el dinero de ese origen los dejaría en inferioridad para competir con los demócratas.
Mientras tanto la central sindical de los EE.UU, la AFL-CIO ha anunciado un aporte de U$ 40 millones a la campaña de Al Gore, y por lo menos otros 20 millones para candidatos demócratas a representantes que tengan elecciones reñidas con “republicanos”. Esta cuestión basta mostrar porque quienes apoyan a George Bush no andan muy errados.
Esta es la verdadera discusión interna del partido republicano. Para los demócratas la discusión era como apoyar a Mc Cain para debilitar a Bush, hasta que advirtieron que Mc Cain derrotaría más fácil a Al Gore que George Bush. Y ese apoyo de algunos sectores demócratas a Mc Cain fue lo que más indignó a muchos republicanos.
Pero si por ideas fuera la disputa, sin dudas el candidato con mejores y más claras ideas es uno de quien poco se habla fuera de los EEUU. Se trata de Alan Keyes. Todos sabemos que no puede ganar, y no por ser negro, sino porque su estilo hace que para muchos sea un político demasiado apasionado (too hot) y eso a los votantes moderados los aleja. Como ejemplo de su elocuencia y la fuerza de sus ideas la semana pasada antes del debate en el programa de Larry King en CNN, Keyes tenía una intención de voto del 9% en South Caroline, y luego del debate creció hasta el 30%, todo a costa de Mc Cain.