N ° 11/2006 - Año 7º
Buenos Aires, octubre 19 de 2006.-
El mismo día que la Asociación Argentina de Actores se negaba a dar sepultura al actor Fernando Siro en su panteón –épico combate póstumo contra un muerto que no puede defenderse- el oficialismo hacía entrega de un subsidio de medio millón de dólares al escritor Ernesto Sábato para un museo que llevará su nombre.
La única diferencia ente Siro y Sábato es que el primero nunca negó haber tenido simpatía hacia Videla y el Proceso mientras que el segundo –tras celebrar el golpe de 1966 y reincidir en ello en 1976- acepta sin sonrojarse y sin el menor arrepentimiento la sacralización que de su persona han hecho un puñado de cínicos y una infinidad de idiotas útiles que creen que la causa de los desaparecidos le debe algo, cuando los únicos derechos que Sábato conoce son los de autor.
Siro los incomoda aún después de muerto porque no tuvo el buen gusto de mentir sobre su pasado como hace la mayoría de ellos.
El progresismo es particularmente adepto a la hipocresía. Eso explica la inimputabilidad de Sábato. Y la de Kirchner. Así vemos al mismo presidente que mandó a subordinados suyos a promover la división entre las víctimas de la violencia, convocar luego a poner fin a “los ataques entre argentinos”. La filial santacruceña de un organismo de derechos humanos informó que el presidente que ha hecho estragos institucionales en nombre de la “memoria” jamás asistió a los actos recordatorios del 24 de marzo de 1976 en su provincia. Ni siquiera enviaba una adhesión.