N ° 11/2006 - Año 7º
Buenos Aires, octubre 19 de 2006.-
Podría ser una imagen entrañable. Al fin y al cabo, un abuelito de 80 años, convaleciente de una grave enfermedad, que se enfrenta a las contingencias con voluntad y fuerza, despierta nuestros instintos más maternales. Pero cuando, detrás del inocente pijama con zapatillas se esconde el último dictador de la vieja hornada, amigo, a la vez, de todos los aprendices de dictadores de la actualidad, la cosa ya no resulta tan simpática
Es posible que quede poco de aquel Fidel de voz atronadora que encarnó los sueños ingenuos de todo el izquierdismo reaccionario, pero lo que aún queda continua dominando tiránicamente los destinos de su gente, tanto que da la impresión de que Fidel Castro intentará gobernar Cuba incluso desde la tumba.
No se trata, pues, de un abuelito encantador y tierno, sino de un viejo dictador que aún viste, bajo el pijama, el uniforme verde aceituna con el que ha dominado implacablemente el destino de millones de personas.
Ejemplar único de una vieja raza de dinosaurios despóticos y demagogos, su decadencia podría ser la esperanza de su pueblo. Dicen los más informados que ya no volverá, y las perspectivas de salud no parecen buenas.
Sin embargo, el fin de Castro significará el fin del castrismo? Hace algunos años habría respondido afirmativamente sin demasiadas dudas, no en vano un régimen personalista como éste hace bueno el dicho popular: ¿Muerto el perro, muerta la rabia?
Pero, con la aparición en la escena internacional de Hugo Chávez y de algunos de sus buenos amigos, entre ellos Evo Morales y Mahmoud Ahmadinejad, la respuesta es más compleja y más inquietante.
Estos días hemos podido asistir, con luz y taquígrafos, al encuentro de los no alineados, movimiento que nació en plena Guerra Fría y que, desde sus inicios, fue tan ¿independiente? y tan ¿creíble?, que fue presidido inauguralmente por el dictador comunista Josip Broz Tito.
Durante décadas este movimiento se significó por un antiamericanismo feroz, por la exaltación permanente de algunas de las dictaduras más impresentables del momento, y por el clásico antioccidentalismo que define a la izquierda antimoderna.
Títere de la Unión Soviética, su pretendida no-alineación se convirtió en una forma más digerible y opaca de vender la propaganda estalinista.
Después, la caída del Muro los dejó huérfanos de excusas, y durante años parecían un cadáver en busca de epitafio.
Pero han resurgido y el último espectáculo en la Habana, con un Chávez paseando el palmito fascista de Ahmadinejad por las televisiones del mundo, nos da la medida del desastre.
Incluso hemos tenido nuestros momentos de humor negro, cuando los reunidos han defendido apasionadamente, el derecho de Irán a la energía nuclear por motivos ¿pacíficos?. Y esto lo decían en una reunión donde había revolucionarios violentos, tiranos teocráticos y dictadores de todo pelaje.
Lo mejor de cada casa.
Sin duda, Chávez es el nuevo Castro de la demagogia, pero, de la mano de un Irán fundamentalista, se ha convertido en payaso peligroso. Antes era gracioso, ahora ya es tétrico. Y, por supuesto, peligroso.
Sin embargo, ¿resulta extraño que se haga tanto caso mediático a una reunión donde se encuentran, en la capital de una dictadura, y en bonita barbacoa, los dirigentes de Corea del Norte o de Siria, con Chávez o Morales, pasando por el totalitario Ahmadinejad?
Y, sobretodo, ¿es normal que algunos grupos de izquierda consideren referencial el movimiento? Personalmente no me parece extraño, dada la biografía clínica de muchos de estos movimientos, algunos tan furibundamente antioccidentales que se han convertido en genuinamente reaccionarios.
El reciente ejemplo del grupo de extrema izquierda argentino Quebracho, impidiendo la manifestación de un grupo de jóvenes judíos en contra del terrorismo, y blandiendo banderas de Irán, sería la metáfora de esta imbecilidad genética que caracteriza a algunos totalitarios de izquierdas.
De hecho, la misma imbecilidad que durante décadas justificó la tiranía de Castro, en nombre de la libertad.
Si añadimos a todo ello, el papel que durante estos años ha tenido la ONU, donde todas las dictaduras impresentables, terribles y malvadas del planeta, se han tuteado en igualdad de condiciones con las democracias, la inversión de valores queda completa.
Solo hacía falta ver el espectáculo cabaretero de Chávez montando el numerito antiimperialista en Naciones Unidas. Él, que es el defensor número uno de todos los terroristas con estado
Inversión de valores, en una sociedad que practica un relativismo moral tan agudo, que ya no conoce ni los límites de la decencia.
Y así, en el imaginario de algunos pancartistas, y sus intelectuales orgánicos, Ahmadinejad es un liberador, Chávez un intelectual y las democracias occidentales, el puro infierno.
Ahora que se va Kofi Annan (¿puente de plata?), estaría bien preguntarnos por las herencias que nos deja. Entre otras, el blanqueo de dictaduras que sistemáticamente ha significado la ONU. Y, por supuesto, la larga lista de resoluciones impresentables que ha firmado, en nombre la legalidad internacional. La legalidad de los ilegales.
Annan es como el pijama de Castro. Parece entrañable, casi emotivo y, sin embargo, el suyo es el pijama inocente de una biografía culpable