N ° 11/2006 - Año 7º
Buenos Aires, octubre 19 de 2006.-
Vivimos entre periodistas y conductores de radio y televisión que se han hecho ricos con la propaganda oficial, que hablan de la moral y de la pobreza, sin jamás mirarse para adentro, sin cuestionarse, ni aceptar que se los cuestione por la repentina riqueza que la democracia les da. Son los cómplices de muchos políticos mentirosos e inescrupulosos, de empresarios que incumplen sus obligaciones y cada tanto sus deudas y multas resultan “perdonadas” para sostener los medios de comunicación privados y evitar que sean comprados por alguien que no sea del “sistema”.
Se trata de una relación cuasi delictiva e inmoral, donde los empresarios de los medios de comunicación, los periodistas y conductores están relacionados con la propaganda oficialista para disimular y callar ante mentiras, la corrupción y ciertas informaciones inconvenientes a cambio de dinero que de ninguna otra forma se justifica gastar así. Y se trata del dinero de los impuestos de los argentinos, no de la cuenta privada de los Kirchner.
Esta relación prostituida de muchos obliga a ser cuidadoso con lo que uno ve y oye ya que la mayoría de las veces las “noticias publicadas” son parte del sistema de propaganda gubernista, pagada con el dinero del estado –que es de todos- y como lo hacen a sabiendas todos participan de un verdadero saqueo y defraudación del dinero público. Algún día esto recibirá el juicio y castigo que corresponden, incluyendo la devolución del dinero. Sería deseable que también tengan la condena social que corresponde a quienes participan del asalto masivo mediante excesivos bajo la excusa de dar ayudas sociales pero que solo se destina a enriquecer a unos pocos.
Muestra de esa miserabilidad son Julio Graña de América TV, que es incapaz de hacer una investigación del prostíbulo Gran Judas de El Calafate y de quienes son sus propietarios, de la droga que allí se vende, ni de nada que haga a la vida de los enriquecidos funcionarios kirchneristas, pero se presto a difamar a una mujer que ejercería la profesión de prostituta, su pecado ser de derecha. Porque a la izquierda (en nuestro país como en otros lugares) se les permite y festeja la homosexualidad, que se droguen, acosen sexualmente a quien sea, total eso es “progresista” cuando lo hacen ellos, pero si lo hace alguien de derecha es condenable como el peor de los pecados.
Otro campeón entre los miserables es Mario Pergolini, de quien existen versiones concordantes acerca de sus incumplimientos y maniobras de evasión tributaria (convenientemente atribuidas a algún socio, aunque los beneficios sean compartidos) que se dedico a acosar a señoras mayores en la presentación del libro “nadie fue” de Juan bautista “tata” Yofre en la librería El Ateneo a través de su movilero Clemente Cancela y censuraron el reclamo que se fuera a preguntarle, que tuvieran la valentía y honestidad de preguntarle a Kristina Kirchner y a Néstor 1º donde están los U$ 1.000 millones de Santa Cruz.
Unos días más tarde el mismo Cancela y el panel de miserables de CQC se tomó a broma el homenaje a las víctimas causadas por el terrorismo castro comunista durante los años sesenta y setenta. Para estas basuras de la televisión todos esos muertos fueron “ladrones de bebes” con la pantomima del mismo Pergolini. Una vez más Cancela y el equipo de cobardes se dedicaron a acosar a señoras mayores, a hacerles algún “entre” para sacarles alguna declaración de la cual mofarse. A pocos metros un grupo de exaltados comunistas repetía las consignas que desataron la guerra civil de aquellos años “paredón, paredón para los milicos…” Para los de CQC eso no mereció comentario alguno, los intolerantes eran quienes estaban cantando el himno nacional, rindiendo homenaje a las miles de víctimas del terrorismo.
Paradojas de esta inmoralidad el primer aviso de la tanda de CQC luego de la burla al homenaje de aquellas víctimas era del mismo Pergolini promocionando un automóvil de Ford, esa empresa cuyo modelo Falcon el Estado en los años del Proceso convirtió en un vehículo casi oficial. Claro que ni Pergolini, ni los directivos de Ford pensarían que unir ambas cosas exponga a alguna condena social.