N ° 9/2006 - Año 7º
Buenos Aires, julio 07 de 2006.-
El oficialismo siempre cree que le va bien en las giras por el exterior. El jefe de Gabinete calificó esta vez con un “10” el reciente viaje presidencial a España.
Pero allí donde Néstor Kirchner no los puede aceitar, los periodistas dicen la verdad. Desde El País –el diario más afín al gobierno de Rodríguez Zapatero- que lo recibió con un “no tiene programa ni lo quiere tener”, hasta el ABC -en el otro extremo del arco ideológico- que criticó su alineamiento con Hugo Chávez, pasando por el diario económico Expansión, que tituló “Mucho Kirchner y pocas nueces”; toda la prensa española coincidió en una visión crítica del Gobierno argentino, de la visita y de la relación bilateral, en las antípodas del entusiasmo local. El País concluyó como había empezado: “Tras las declaraciones de amistad estratégica subyacen unas divergencias básicas (...) Si bien la sintonía política ha sido buena (...) los resultados en firme de esta nueva visita del presidente Kirchner a España podrían haber sido mayores. (...) Sigue habiendo un déficit de confianza entre estos dos socios estratégicos”, etc. El contraste entre los titulares locales y extranjeros fue patente. Así, la noticia de supuestas mayores inversiones por parte de Repsol, que aquí copó las primeras planas, fue bajada a su verdadera dimensión en un lacónico párrafo: “Se había dicho que Repsol-YPF anunciaría nuevos planes de inversión durante esta visita. Anoche, tras entrevistarse con Kirchner el presidente de la petrolera, Antonio Brufau, la empresa informó de que adelantará algunas de las inversiones que anunció para el periodo 2007-2009”. Punto.
Es que en España el presidente volvió a hacer de las suyas: ratificó su incapacidad para hacerse cargo de nuestra Historia y representar al país como un todo frente al mundo. En este espíritu, criticó a los empresarios españoles por haber invertido en la Argentina. En el almuerzo que le ofreció el titular del Consejo Superior de Cámaras, Javier Gómez-Navarro, Kirchner reprochó que "España invirtió en los años 90 grandes sumas de capital. No existe mayor imprevisibilidad que en ese momento”. Demos por cierto el argumento de la mayor imprevisibilidad: ¡sería entonces doblemente meritorio el haber invertido aquí! Para Kirchner, es motivo de reproche. Hoy, si las empresas españolas no se retiran es sólo porque es mayor el costo de irse que de quedarse. Y es que la mayoría de ellas invirtió en el sector servicios. Claro que Kirchner es incapaz de reconocer que a la “imprevisibilidad” de los 90 se debe que España sea hoy el primer inversor extranjero en Argentina y que la modernización de la infraestructura de servicios en el país operada en la década maldita sustenta gran parte de la expansión actual, boom sojero incluido.
“Yo no abandono a mis predecesores –decía Napoleón Bonaparte- y desde Clodoveo hasta el Comité de Salud Pública, con todos me solidarizo, y todo lo malo que gratuitamente se diga acerca de los gobiernos que me han precedido, lo tendré como por dicho con la intención de ofenderme”. Consecuente con este principio, nunca nadie logró halagar al Emperador de los franceses denigrando a sus antecesores o rivales. Pero claro, se trata de aquel de quien Stendhal dijo: “Toda la vida de este hombre es un himno a la grandeza de alma”.
A Kirchner le interesa que lo aplauda su público de siempre y no que vengan inversiones al país. Por eso lanza diatribas contra los empresarios extranjeros al tiempo que insta a Telefónica y Repsol a aumentar sus inversiones.
Del mismo modo, está bien que se honre la deuda con el Club de París pero, como el Gobierno sigue con el doble discurso de criticar a aquellos a los que les paga, lo más probable es que esto no redunde en beneficio para el país.
Ahora bien, respecto a los temas pendientes con España –tarifas, deuda, inversiones, demandas ante el CIADI- todo quedó en anuncios y ambigüedades por lo cual es legítimo preguntarse: ¿para qué hizo Kirchner este viaje?
Por otra parte, si, como informó Alberto Fernández, “España necesita un interlocutor en América Latina”, luego de la encendida defensa que hizo el presidente argentino del papel de Hugo Chávez en la región, Madrid ya sabe que a mal puerto fue por leña. Kirchner señaló que Estados Unidos está "intentando crear una imagen de monstruito" de Chávez pero “le compra 25 mil millones de dólares de petróleo”. Más aún, se refirió al "doble discurso" norteamericano, al recordar que "hay discusiones que están por arriba y por debajo corren los negocios de las dos naciones", puesto que "el gran abastecedor de petróleo de Estados Unidos es Venezuela". Lo curioso es que no vea que este razonamiento también funciona al revés. Mientras unos inventan un monstruito, Chávez pinta a su principal socio comercial como un monstruo grande. Son estrategias complementarias. Queda claro cuál es el interés de cada uno en la demonización del otro. Tristemente, también queda claro que, gracias a Kirchner, el gobierno argentino es un peón en juego ajeno.
Y el ingreso de Venezuela al Mercosur –facilitado y celebrado por los imberbes K- no modificará su relación comercial privilegiada con EEUU por un buen tiempo, prueba adicional de que las motivaciones del bolivariano son políticas antes que económicas. Recién dentro de seis años, y con viento a favor, Venezuela habrá homologado su normativa comercial para poder integrarse plenamente a la zona de libre comercio regional. Entre tanto, el principal destino de sus exportaciones seguirá siendo Estados Unidos, país con el cual tuvo un superávit comercial de 27.600 millones de dólares en 2005. En el mismo período, le vendió a la Argentina por apenas 36 millones. La única verdad es la realidad.
Eso sí, los efectos políticos del ingreso de Chávez los vamos a sentir enseguida. Sus provocaciones en el seno del bloque recién empiezan. Baste señalar que su primera iniciativa como miembro pleno ha sido invitar a Fidel Castro a la próxima Cumbre de Presidentes del Mercosur de la cual él no es anfitrión, pues ésta tendrá lugar en Córdoba. Llegamos por lo tanto al extremo de que el presidente de un país extranjero invita a otro a visitar el nuestro... La Cancillería argentina no existe (o se mudó a Caracas).
El argumento esgrimido por Kirchner de que, con Chávez, Venezuela es un país "muy solidario" con sus vecinos y que su "aporte es muy importante en la región", no se sostiene en la realidad. El antiimperialista bolivariano no retira su embajador de Washington sino de Lima, aunque Venezuela no tiene ningún conflicto de intereses real con el Perú. Su salida de la Comunidad Andina de Naciones con el argumento de que otros firmaban tratados de libre comercio con el país con el cual él más comercia, es transparente, excepto para los ideológicos que nos gobiernan. Por último, Roberto Lavagna confirmó lo que todos sabíamos: que la tan mentada ayuda de Venezuela a la Argentina no fue más que negocio. “Los bonos fueron transacciones comerciales donde el gobierno venezolano no nos regaló nada; fueron vendidos luego al mercado privado y con una utilidad de unos 100 millones de dólares”, explicó el ex ministro. Y en cuanto al auxilio energético, aclaró: “Hasta donde yo sé, no creo que Venezuela le haya hecho ningún regalo en el tema de precios”. Pero el setentismo local, recordemos, creyó que el fuel oil venezolano -a precio dólar- era algo así como el elixir de la revolución chavista y movilizó tropa a los muelles para recibirlo... un ridículo del que no se vuelve.
Como jefe de campaña, Hugo Chávez lo hizo perder a Ollanta Humala en el Perú. Por eso el candidato presidencial mexicano Andrés López Obrador se cura en salud y aclara que no tiene nada que ver con la mancha venenosa de Caracas. Por eso también Lavagna, criticando el alineamiento internacional de Kirchner, usa al venezolano como jefe de campaña, pero al revés, consciente del desprestigio que tiene.
Lo grave es que, por hacer seguidismo de Chávez, Kirchner no llamó a Alan García por teléfono –como correspondía y como hicieron sus pares de la región- para felicitarlo por su triunfo en las elecciones peruanas. Se limitó a mandarle una nota por escrito: una señal de frialdad. Y la tácita admisión de que deseaba el triunfo de Humala. Esta conducta no tiene nada que ver con los intereses permanentes de la Argentina, unidos a los del Perú desde que tenemos el mismo padre fundador. Obedece sencillamente a la adolescencia de quien nos gobierna. Con elegancia e ironía, el presidente electo del Perú dijo que respondería el saludo de Kirchner “también por escrito” y lo disculpó: “es libre de pronunciarse de manera protocolar desde un país amigo y compañero en las adversidades, como en la guerra de Malvinas. Pero bueno, cada uno es dueño de su estilo”. Y con esta referencia a 1982, puso en evidencia la pequeñez del gesto de Kirchner.
No es de extrañar que Chávez no quiera a Alan García. Su triunfo, de momento, ha aportado sensatez a una región donde el infantilismo K, la desidia brasileña y el activismo venezolano estaban haciendo estragos. Allí donde Humala dijo que quería “entrar con tanques”, García prefirió ir con la mano tendida y por eso honró a Michelle Bachelet con su segunda visita al exterior como mandatario electo (la primera fue a Brasil). Se ocupó además de desactivar todas las fuentes posibles de conflicto con el país vecino (como la situación del ex presidente Alberto Fujimori o la disputa por límites marítimos) y de proponer un Tratado bilateral de Libre Comercio. Tampoco es casual que la próxima visita de García esté destinada a Álvaro Uribe, el presidente colombiano que lucha por evitar la fractura de su país que un conflicto de arrastre de la guerra fría mantiene como amenaza latente y que otros, como el latinoamericanista Chávez y varios imberbes del Frente para la Victoria K, se encargan de fomentar y/o aplaudir.
Finalmente, es natural que tampoco Kirchner sienta afinidad con el líder peruano. A diferencia de los setentistas locales, Alan García parece haber reflexionado autocríticamente sobre su experiencia anterior: “El presidente no puede ser un agitador, porque entonces agita al país. Yo era un gran agitador. No lo niego, un gran agitador continental”.
En los pocos pasos dados hasta ahora, Alan García ha mostrado una verdadera vocación de unidad, en contraste con los encendidos discursos bolivarianos, desmentidos luego por la práctica. El peruano llegó incluso a decir, con relación a los agravios de Chávez durante la campaña electoral, que “a partir de la noche del domingo he perdido la memoria de lo anterior (...) No nos interesa acaudillar una alianza continental anti chavista”. En respuesta a esta mano tendida, el venezolano acusó a García de “perro faldero” de Estados Unidos, dejando en claro que busca pelearse a toda costa.
Ahora bien, lo dicho hasta aquí sobre la conducta de Chávez, no es nada en comparación con su anunciado viaje a Corea del Norte, en el mismo momento en el que ésta anuncia un ensayo misilístico. La movida no tiene más objeto que sustentar la tesis de que el Eje del Mal ha abierto una sucursal en Latinoamérica; tesis cara a quienes promueven distintas formas de intervencionismo y tutela en la región. Recientemente, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una resolución que considera “una amenaza potencial” a las actividades de extremistas islámicos en América Latina: “Desde por lo menos los atentados contra la AMIA en 1994, Hizbollah mantuvo redes en la región de la frontera entre Paraguay, Brasil y la Argentina”. La resolución también pide al presidente George W. Bush que busque en la OEA “apoyo para crear un grupo de trabajo especial en el Comité Interamericano contra el terrorismo”, cuya misión sería “prestar asistencia a gobiernos de la región en la investigación y la lucha contra la proliferación de organizaciones islamistas en el Hemisferio Occidental”. Es notable que semejante declaración no haya merecido ningún comentario del gobierno ni de la prensa progresista local. ¿Es casual que cada vez que se oyen interesadas alertas sobre una fantasmagórica expansión del terrorismo en América Latina, el presidente de Venezuela salga al ruedo con alguna provocación que no hace sino “confirmar” las advertencias?
Cabe cerrar este comentario recordando que Hugo Chávez es la relación internacional más importante de Néstor Kirchner.