N ° 8/2006 - Año 7º
Buenos Aires, junio 14 de 2006.-
Mientras los militares han hecho un examen de conciencia público y pedido perdón por sus errores, ni la dirigencia política ni quienes dicen defender los Derechos Humanos han formulado su propia autocrítica sobre la década del 70.
A pesar de las innumerables autocríticas que las Fuerzas Armadas han realizado respecto a lo ocurrido durante la década de 1970, las autodenominadas organizaciones de Derechos Humanos y el presidente Kirchner insisten con remarcar lo hecho por los militares en esos años. Sin embargo, ni la dirigencia política ni quienes dicen defender los Derechos Humanos han formulado su propia autocrítica sobre los 70.
La señora Hebe de Bonafini, que compartió el palco con Kirchner en el acto partidario del 25 en la Plaza de Mayo, es la misma que festejó el ataque terrorista contra las Torres Gemelas en 2001, cuando murieron miles de civiles inocentes*. Y es la misma que sostuvo que el Museo de la Memoria no sirve para una mierda (sic) si no se exponen las armas que utilizaron los terroristas en los 70. Bonafini fue la misma que festejó la toma de una comisaría por parte de grupos piqueteros. Es decir, una mujer que permanentemente hace alarde de la violencia acompañó a Kirchner, en un lugar de privilegio, en su acto partidario en la Plaza de Mayo. Luce bastante inconsistente que Kirchner, por un lado, hable de pacificación y de justicia y, por otro el otro, se sienta hijo de una persona que festeja los ataques terroristas que matan a miles de civiles, reivindique la violencia terrorista de los 70 y apoye la toma de comisarías por parte de grupos piqueteros.
Tampoco me parece muy equilibrada la posición de Kirchner cuando les dice a militares, que en 1976 recién estaban gateando, que nunca más el Ejército tiene que matar a sus hermanos argentinos, pero nada dice de los terroristas que en aquellos años también mataban a argentinos (con uniforme y sin uniforme). ¿Acaso esos argentinos que eran asesinados salvajemente no eran hermanos argentinos?
Luego de 23 años de democracia no se ha oído una sola autocrítica categórica y contundente por parte de los grupos guerrilleros de las barbaridades que cometieron en los 70. Y aquí quiero recordar que el accionar terrorista comenzó antes del 24 de marzo de 1976: desplegó toda su furia durante el gobierno de Perón y luego en el de su esposa, ambos elegidos por el voto popular. ¿Qué justificación le encuentra Kirchner al accionar terrorista durante el gobierno de Perón como para sentirse hijo de la señora de Bonafini y colocarla a su lado en el acto de la Plaza de Mayo?
Tal vez Kirchner puede pensar que el terrorismo de esos años se justifica porque ya Perón había armado la Triple A que, bajo el mando de López Rega, secuestraba y asesinaba. En otras palabras, como el terrorismo de Estado que tanto se critica comenzó durante el gobierno constitucional de Perón, posiblemente Kirchner entienda que la reacción subversiva estaba justificada. Pero si el terrorismo de Estado comenzó con el gobierno de Perón, ¿por qué Isabel Perón no hace su autocrítica? ¿Por qué la dirigencia peronista, incluido Kirchner, no hace la autocrítica de las atrocidades que se cometieron bajo el comando de López Rega, que perteneció a un gobierno justicialista?
A los militares se les ha pedido infinidad de veces que se flagelen públicamente por lo hecho en los 70, pero no se le ha pedido igual sacrificio a un amplio sector de la dirigencia política que, en aquellos años, sintiéndose desbordada por el accionar de los grupos terroristas, casi pedían a gritos que los militares salieran de los cuarteles. Dejemos la hipocresía y aceptemos que la dirigencia política no quiso asumir la responsabilidad de reestablecer el orden interno ante el ataque terrorista que era financiado y entrenado en el exterior. Porque también es bueno recordar que en 1970 el Muro de Berlín todavía existía y los terroristas eran entrenados en Cuba y Libia y recibían financiamiento de la ex Unión Soviética. Esos países, bajo regímenes autoritarios, exportaron el terrorismo de Estado a toda América Latina, incluida la Argentina. Cuba no lanzó un ataque de guerra convencional contra la Argentina, por el cual dos ejércitos se enfrentan con sus correspondientes uniformes y sus respectivas banderas. Es decir, una guerra en la cual ambos bandos están perfectamente identificados por su vestimenta y bandera. No, Fidel Castro utilizó (y sigue utilizando) el terrorismo de Estado para exportar su revolución al usar el monopolio de la fuerza estatal para entrenar y financiar a quienes tenían que combatir en tierra argentina sin uniformes y banderas que los identificaran.
Bajo ese contexto de agresión externa para tomar el poder por la fuerza y establecer una dictadura marxista, los políticos casi suplicaron que los militares salieran con sus tanques. No seamos hipócritas. Esa dirigencia política no quiso asumir el costo político de tener que enfrentar una guerra en la cual el enemigo no se identificaba, sino que se escondía en el anonimato luego de asesinar y tirar bombas.
Si bien es cierto que Isabel Perón era una incapaz para controlar la situación, también es cierto que el problema podría haberse solucionado si el Partido Justicialista hubiese tenido la grandeza de destituirla por medio de un juicio político y reemplazarla por el presidente del Senado. Pero, claro, ¿quién se animaba a enfrentar el terrorismo de Estado que exportaba Fidel y asumir el costo político de combatirlo?
En mi opinión, la dirigencia política, particularmente el peronismo y el radicalismo, deberían formular una profunda autocrítica por no haber buscado los mecanismos institucionales previstos en la Constitución para encauzar el país y frenar la agresión terrorista. Eran ellos los que tenían que buscar la solución al problema dentro del marco institucional.
La misma sociedad aceptó el golpe del 76 para que las Fuerzas Armadas reestablecieran el orden interno ante la orgía de sangre que reinaba en el país.
No seamos hipócritas, sin la indiferencia o el beneplácito de la dirigencia política y de la sociedad los militares no podrían haber dado el golpe de 1976, porque ninguno de los golpes que se produjeron en la historia argentina del siglo XX fueron realizados sólo por militares. ¿Cuántos miembros del partido radical, socialista y peronista ocuparon cargos públicos durante el Proceso?
Desde mi punto de vista, las Fuerzas Armadas ya han formulado todas las autocríticas que tenían que hacer por los excesos que se cometieron en aquellos años. Pero ni la dirigencia política en general ni el partido justicialista en particular han hecho su propia autocrítica de lo ocurrido en los 70, especialmente por el terrorismo de Estado que se aplicó durante el gobierno de Perón. Tampoco los montoneros ni los miembros del ERP se han arrepentido de las barbaridades que hicieron. Por el contrario, a medida que va pasando el tiempo, parecen reivindicar sus acciones criminales, cuando no lo hacen abiertamente como es el caso de Bonafini, o algún ex montonero se erige en el dueño de la moral pública impidiendo que un ciudadano votado asuma su cargo de diputado.
Los que tenemos memoria completa todavía estamos esperando la otra autocrítica. Y si no están dispuestos a hacerla, por lo menos no sigan ofendiendo la inteligencia de quienes vivimos y conocemos perfectamente toda la historia de aquellos años
*N. de la R. Las palabras “civiles inocentes” o “festeja atentados que matan a miles de civiles” conducen a un error. Como si los militares y policías fueran culpables, o llevar uniforme les quita la condición de inocentes. Todas las víctimas del terrorismo son inocentes, vistan uniforme o no. Los atentados terroristas que matan son actos de guerra irregular, cualesquiera sean sus víctimas. Se perfectamente que Roberto Cachanosky debe compartir esta idea, pero como verán en los Blogs, en estos días me acorde mucho de Jorge García Venturini y una de las cuestiones en las cuales hacía especial esfuerzo es en el buen manejo de las ideas y palabras, porque a su modo de ver la experiencia de la acción comunista y nazi tendía a crear alocuciones falsas que llevan a un juicio injusto, o a apoderarse de los valores de la democracia occidental (por ejemplo democracias populares que eran tiranías comunistas unipartidarias como la de Fidel Castro, la URSS, etc.).