N ° 5/2006 - Año 7º
Buenos Aires, abril 27 de 2006.-
Gracias a la inflación causada por la política económica de Kirchner y al activismo patoteril del klan Moyano hasta los camioneros han llegado a tener que pagar impuesto a las ganancias. Luego de algunas huelgas obtuvieron aumentos suficientes para quedar alcanzados por el impuesto a las ganancias, y el Estado se llevo todo el aumento.
Desde entonces muchos sindicalistas empezaron a reclamar que se subiera el mínimo no imponible.
Este reclamo es uno de los casos típicos de la inmoralidad de muchos sindicalistas, políticos, economistas, periodistas y docentes y por supuesto trabajadores. Para la gran mayoría de ellos el Impuesto a las Ganancias está muy bien siempre que sea a las ganancias ajenas, a los demás.
Los camioneros como muchos otros trabajadores descubren lo opresivo e injusto del impuesto a las ganancias en cuanto ganan mejores sueldos, pero la inmoralidad está tan arraigada en nuestra sociedad que el reclamo es elevar el mínimo no imponible, no la derogación del impuesto.
Quienes reclaman subir el mínimo no imponible lo que están diciendo es “roben a los otros, pero a mí no me toquen”.
Por mi parte defiendo la derogación lisa y llana del impuesto a las ganancias por inmoral e inconstitucional. Pero si el impuesto rige lo más justo sería derogar, eliminar el mínimo no imponible. Así todos, y cuando digo todos me refiero a todos, entienden y saben que el estado les roba parte de sus ingresos. Dicho de otra forma que el saqueo sea general y total, que no escape nadie. Me resulta injusto e inmoral que se sostenga que está bien robar a algunos porque ganan más. Si ganan más es porque hay otros que han recibido de ellos algo a cambio. Los que más ganan en la actividad privada no andan por ahí con una pistola, o una batería de privilegios legales como el Estado, robando el dinero al resto de la sociedad.
Ganan más porque le han dado a quienes les compran algo más valioso para estos que el dinero que le pagaron. El impuesto a las ganancias es como recuperar en forma difusa el dinero que hemos pagado a otros cuando compramos algo o nos presta un servicio. Sería mucho mejor que el vendedor, productor no tuviera que “cargar” en su precio el impuesto a las ganancias. Los precios se verían reducidos, la economía toda ganaría en competitividad.
Pero volviendo al mínimo no imponible, aunque tal vez jamás lo hayan pensado quienes están o estaban por debajo del mismo, lo que estaban disfrutando era del robo la ganancia ajena. Si la sociedad considera de verdad que está mal ganar dinero, debería cobrarle el impuesto a todos. Si ganar dinero está bien, y en una sociedad abierta y de mercado libre lo está, nadie debería pagar impuesto a las ganancias.
En Argentina, como en muchos otros países, el impuesto a las ganancias implica además una formidable violación de la intimidad de las personas. Los organismos tributarios recolectan mediante declaraciones juradas toda la actividad económica de los ciudadanos, que compran y donde, quien les paga y porque, todo termina en poder del Estado. Y además es obligatorio informarlo, solo porque el Estado decide recaudar un impuesto. Y el Estado va aún más allá porque hasta criminaliza una declaración jurada falsa lo que implica obligar a que todos los ciudadanos deban declarar contra sí mismos.
Solo un régimen nazi, soviético o castrista obliga a los ciudadanos a declarar contra sí mismos bajo pena de encarcelarlos.
En Argentina el Estado es incapaz de someter a juicio a homicidas, violadores, etc. pero eso sí dejar de pagar impuestos es un delito de leso poder. El Estado admite que quienes pagan los impuestos sufran la impunidad de los delincuentes, pero no deje uno de ellos de pagar sus impuestos que por ese motivo seguro que no lo dejan libre.
Y a tanto llega la imbecilidad del estado que si tiene un moroso es capaz de meterlo en la cárcel con lo cual jamás podrá pagar la deuda. Lo que importa es atemorizar a los demás para que paguen los impuestos cualquiera sea el monto que el gobierno decida apropiarse.
Muchos de los jueces de los fueros tributarios se creen “cruzados” de la recaudación y se ven como funcionarios de los organismos de recaudación, ni por un momento se dan cuenta que ya bastantes privilegios legales se ha auto otorgado el Estado para que además los jueces sean los tutores de ellos. Esos jueces, indignos de su cargo y se profesión de abogados, deberían ser los que dieran garantías a los ciudadanos de que se respeten sus derechos y garantías constitucionales, pero fungen de recaudadores fiscales.
Aunque muchos además lo ignoren el Impuesto a las ganancias en Argentina es también una buena demostración de la moralidad del Estado mejor dicho de su inmoralidad. Por ejemplo el Estado Argentino no le acepta deducir de sus ingresos el total de los gastos de educación de hijos, ni el de salud privada (prepagas), solo pequeños montos anuales pueden ser computados, con lo cual pasando unos cientos de pesos cada peso que pagamos por esos servicios en realidad cuesta un 35% más ya que para el Estado hay una “ganancia”. Si sostiene a sus padres solo podrá deducir unos $1.100 anuales, es decir que deberían arreglárselas con menos de $92 mensuales los dos. Si usted es un buen hijo y los ayuda con una suma mayor este listo a que cada peso adicional le cueste el 35% adicional en el impuesto a las ganancias. ¿Sostiene un hermano desempleado? Su deducción anual es igual a cero. Sí leyó bien 0, por lo tanto si se le ocurre darle digamos unos 500 pesos por mes en realidad a fin de año tendrá que pagarle al Estado unos $ 2.100 que no son deducibles. Dicho de otra forma podría haberle dado a su hermano desempleado uno $ 675 mensuales en lugar de 500 pero el Estado quiere su tajada.
Por eso cuando escucho estos debates de subir el mínimo no imponible me indigno, porque quienes reclaman por ello están en verdad pidiendo que el Estado robe a otros. Otros que se lo ganan trabajando, comerciando o produciendo igual que esos que reclaman. Que tengan más éxito (rentabilidad) en su actividad no es una razón para robarles. El éxito, o rentabilidad. La ganancia es la medida en que han servido a su sociedad. Cuanto más gana alguien más le ha dado a los demás, y por ello cada uno de quienes le pagaron recibió algo.
El impuesto a las ganancias es violatorio del derecho de propiedad, de la intimidad personal y por todo ello debería ser derogado. Es más ni siquiera debió ser establecido como impuesto de emergencia.
Pero si se acepta que exista entonces es aun más inmoral aceptar el derecho de algunos a robarse el ingreso de otros, a violar su intimidad. Es una trampa inmoral eso de que la igualdad ante la ley se asegura porque paguen todos los que más ganan. Esa teoría de las cuotas de igualdad es una maniobra para conseguir el apoyo de los muchos que pretenden beneficiarse con el robo a otros pocos. La Constitución Nacional garantiza la igualdad ante la ley a secas. Lo demás son construcciones políticas para disimular legalmente el atropello de los derechos y garantías constitucionales.
Por ello si hay impuesto a las ganancias no debe existir el mínimo no imponible, como debe aceptarse que todo gasto, sin excepción sea deducible. No puede quedar librado al arbitrio de los funcionarios, ni de los legisladores decidir cuanto es bueno gastar en algo, o en que. Si alguien se gasta el dinero en prostitutas y quiere deducirlo que pida factura, pero el dinero lo gasto. Si otro ayudo a alguien en desgracia esa donación también debe ser deducida, sea hermano, padre, amigo o primo, da igual. Si a una familia le gusta comer en restaurantes debería poder deducir todo lo que gasta allí, y así en cualquier caso.
Igualmente la información que resulta requerida por el estado para cobrar el impuesto a las ganancias viola la intimidad de las personas y solo esa razón alcanza para sostener la inmoralidad e inconstitucionalidad del mismo. No hay forma de recaudar un impuesto a las ganancias sin violar la privacidad. Y ello sin hablar de la formidable herramienta de persecución política y económica que significa toda esa información en manos del Estado.
No se trata de elevar el mínimo no imponible sino de derogar el Impuesto a las ganancias, por inmoral e inconstitucional.