N ° 5/2006 - Año 7º
Buenos Aires, abril 27 de 2006.-
Los opositores a la guerra de Irak, tanto sus críticos originales como los recientes conversos al mea culpa, han dado por sentados 8 supuestos. Los 6 primeros son erróneos y los dos últimos están por dilucidarse.
1. Saddam nunca tuvo relación con Al Qaeda, los autores del 11-S.
2. No había una amenaza real de armas de destrucción masiva (ADM) en Irak.
3. La ONU y nuestros aliados se oponían justificadamente a la invasión por cuestión de principios.
4. Una pequeña camarilla de intelectuales neoconservadores (y mayoritariamente judíos) intimidó a la Administración Bush para entrar en una guerra que servía más a los intereses de Israel que a los de Estados Unidos.
5. Saddam no podía ser derrocado fácilmente, o por lo menos, no podía ser reemplazado de manera exitosa por un gobierno democrático.
6. Los arquitectos de esta guerra y la posterior ocupación son mayormente ineptos (“peligrosamente incompetentes”) y un elenco de reporteros altruistas demuestra diariamente que esos arquitectos no tenían ni la menor idea de lo que hacían.
7. En términos realistas, los beneficios a sacar de esta guerra nunca justificarán los costes en los que se ha incurrido.
8. No podemos ganar.
Analicemos los supuestos uno a uno:
1. Saddam nunca tuvo relación con Al Qaeda, los autores del 11-S
Primeramente, fíjese en la forma como la vieja crítica de que Saddam no estaba conectado a Al Qaeda, ahora se ha metamorfoseado en una posición alternativa: “Saddam no estuvo vinculado con el 11-S” a pesar de que este último argumento jamás se propuso oficialmente como casus belli.
Los opositores se han batido en retirada hacia ese cambio de posición porque sabemos que había cuadrillas de Al Qaeda en el Kurdistán y que al Zarqawi huyó a Bagdad para esconderse al igual que lo hizo Abdul Rahman Yasin, cerebro del ataque de 1993 contra el World Trade Center.
En 1998, la Administración Clinton citó de manera oficial que había agentes iraquíes implicados en el atentado al World Trade Center en 1993. Ésa es parte de la razón por la que el Senado de Estados Unidos, no el gobierno Bush, autorizó la guerra contra Saddam en Octubre de 2002: “En vista que se sabe que hay miembros de Al Qaeda en Irak, organización que es responsable de ataques contra Estados Unidos, sus ciudadanos y sus intereses, incluyendo los ataques que sucedieron el 11 de Septiembre de 2001”.
Gracias a los archivos baazistas que van saliendo lentamente a la luz, ya sabemos que, por más de una década, los agentes de Saddam tuvieron algunos contactos con operativos de Al Qaeda desde Sudán hasta las Filipinas y que les ofrecieron su ayuda.
El tema está cerrado: El régimen de Saddam Hüssein sostenía una asociación mutuamente beneficiosa con Al Qaeda. Todo lo que queda en duda es el grado en el que el apoyo genérico de Irak facilitó a Al Qaeda el logro de operaciones como las del 11-S. Puede que las opiniones de Saddam y Osama sobre el Islam y la yihad fueran tan antitéticas como las posturas de japoneses y alemanes sobre la superioridad racial. Pero en ambos casos, los canallas encuentran elementos comunes en su oposición al odiado liberalismo occidental.
2) No había una amenaza real de armas de destrucción masiva (ADM) en Irak
Ahora sabemos que la preocupación por las ADM iraquíes estaban justificadas y eran comprensibles. Las entrevistas posteriores a la guerra con importantes generales iraquíes revelan que los propios militares de Saddam suponían que sus almacenes de ADM todavía existían, confirmando los cálculos de los servicios secretos de Europa y de la mayor parte del mundo árabe.
Además, la situación de los arsenales iraquíes de ADM no era conocida en Marzo de 2003, según las opiniones tanto de la Administración Clinton como de la ONU. Incluso si las existencias se trasladaron o se destruyeron, las condiciones previas para la rápida fabricación en masa de agentes químicos o biológicos – abundancia de petrodólares, conocimiento científico, instalaciones de uso fluctuante y voluntad de producirlas y utilizarlas – existían en el Irak de Saddam.
3. La ONU y nuestros aliados se oponían justificadamente a la invasión por cuestión de principios.
La oposición de la ONU a la invasión carece de todo valor moral, dadas las revelaciones posteriores a la guerra que desvelaban que el escándalo de Petróleo por Alimentos por la suma de 50 mil millones de dólares no sólo llevó a tener miles de iraquíes civiles muertos de hambre sino que sirvió para enriquecer tanto a la familia de Saddam como a una camarilla de funcionarios de la ONU. Puede que la oposición de Europa haya parecido ética pero cuando uno se sale enterando de los acuerdos petrolíferos firmados con Saddam por Francia y Rusia así como de los proyectos de construcción alemanes que fortificaron el búnker de Saddam (el Führerbunker), la oposición europea por cuestión de principios también se esfuma en la nada.
4. Una pequeña camarilla de intelectuales neoconservadores (y mayoritariamente judíos) intimidó a la Administración Bush para entrar en una guerra que servía más a los intereses de Israel que a los de Estados Unidos
La acusación sobre la trama neocon ha vuelto a surgir bajo una pátina de respetabilidad académica en una publicación reciente del catedrático John Mearsheimer de la Universidad de Chicago y de Stephen Walt, decano académico de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard. “Algunos americanos creen que ésta fue una guerra por petróleo, pero difícilmente se ha encontrado evidencia directa alguna para defender esta afirmación. Más bien, la guerra estuvo motivada mayormente por el deseo de reforzar la seguridad de Israel”. Como punta de lanza judía hubo una “banda” que era “pequeña”, no obstante, era “una fuerza impulsora”: “Dentro de Estados Unidos, la principal fuerza impulsora de la guerra fue una pequeña banda de neocons, muchos de ellos vinculados al Likud”. En lugar de tontos alegatos sobre teorías conspiratorias, nos sermonean ad nauseam diciendo que un “grupo de presión israelí” nos metió en Irak.
El recrudecimiento del “primero hay que echarle la culpa a Israel” es erróneo por diversas razones obvias. El Likud se oponía a la mayor parte de la estrategia americana. Era por eso que su antigua base odiaba a Ariel Sharon y es por eso que ahora hay un nuevo partido político en Israel, acusado igualmente de ceder con demasiada facilidad a las presiones americanas. Y mucho más influyente que Israel en los círculos intelectuales americanos y en la política es el papel que juegan los petrodólares de los estados del Golfo y la preocupación por el petróleo de Oriente Medio.
No hay necesidad de un grupo de presión israelí en Estados Unidos, no cuando casi el 70% del pueblo americano apoya a Israel porque es un atolón de valores democráticos occidentales en un mar de teocracia y dictadura. Bush, Cheney, Rumsfeld, Powell, Rice, ninguno judío, sólo una plétora de veteranos realistas que no se van a dejar embaucar fácilmente por algunos seguidores de Leo Strauss supuestamente astutos y al acecho.
Nuestro principal hombre en Irak, que antes de la guerra instó al derrocamiento de Saddam Hüssein, es el embajador Zalmay M. Khalilzad, musulmán y americano con raíces afganas. Y nuestro actual general al mando de todas las tropas americanas en el Centcom de Oriente Medio, el General John Abizaid, es un americano árabe. Entretanto, Estados Unidos presionó a Israel para que saliese de Gaza, para dar apoyo a las elecciones en Cisjordania que llevaron a la victoria de Hamás, y que desmantelara más asentamientos.
5. Saddam no podía ser derrocado fácilmente, o por lo menos, no podía ser reemplazado de manera exitosa por un gobierno democrático
Después de la victoria en 3 semanas de Abril de 2003, nos hemos olvidado de los pronósticos anteriores sobre los millones de refugiados, pozos de petróleo en llamas y los miles de muertos que vendrían a continuación en Irak. 2.300 bajas americanas representan una dolorosa pérdida pero debe sopesarse con las 3 exitosas votaciones y la oportunidad real de que semejante sacrificio podría dar como resultado ver surgir la primera verdadera democracia árabe en Irak con unas repercusiones que van más allá de Oriente Medio por generaciones venideras. Actualmente, decenas de miles de iraquíes son los únicos árabes en el mundo que arriesgan la vida a diario para luchar contra los terroristas de Al Qaeda, algo que puede estar en el interés de Estados Unidos.
6. Los arquitectos de esta guerra y la posterior ocupación son mayormente ineptos (“peligrosamente incompetentes”) y un elenco de reporteros altruistas demuestra diariamente que esos arquitectos no tenían ni la menor idea de lo que hacían
No hemos tenido otro 11-S. Hemos desmantelado dos terceras partes de la cúpula de Al Qaeda. 50 millones de personas han votado en Irak y Afganistán. Siria está fuera del Líbano. Oriente Medio está sufriendo una revuelta democrática, desde el Golfo hasta Egipto y Libia, no está atascado en la vieja inactividad autocrática. Los europeos se están dando cuenta de los peligros del islamismo mientras que Occidente busca la forma de lidiar con un Irán nuclear.
Sopese este éxito con el comportamiento de los medios de comunicación que, en gran parte, sólo ven incompetencia americana. En el canal de televisión americano CBS, Dan Rather nos insistía que un memorando – obviamente falsificado pero que se ajustaba a su agenda política – era auténtico. Michael Isikoff confió en una fuente anónima – y poco fiable – sobre la supuesta profanación de un Corán y eso tuvo trágicas consecuencias para miles de personas en Oriente Medio. El ejecutivo de la CNN, Eason Jordan, admitió que su cadena había dejado de dar cobertura informativa acerca del asesino en masa Saddam Hüssein y después afirmó de forma errónea que el ejército americano deliberadamente tenía como blanco a los periodistas en Irak.
Ahora oímos que Michael Ware, jefe de la Oficina de Prensa de la revista Time en Bagdad, dio una entrevista en directo estando borracho (“En realidad, estoy bebiendo en este momento... trato de estar borracho el mayor tiempo posible mientras estoy aquí”) hablando desde el corazón de un Irak musulmán abstemio, acusando temerariamente a soldados americanos de maltratar a mujeres iraquíes (“Hemos visto acusaciones de maltrato y de trato rudo a mujeres iraquíes. Eso enardece las pasiones”) y de aterrorizar a civiles (“También hemos visto a los insurgentes criticar a otros grupos insurgentes porque ¡no estáis haciendo lo suficiente para sacar a las tías de aquí! Quiero decir que, así de importante puede ser, éste es asunto de gran honor y es una chispa [de modo que esperemos que nunca la veamos inflamarse”]). Las mentiras y fantasías de Ware son justamente las que alimentan a los islamistas.
En realidad, el mejor ejemplo de ineptitud en esta guerra se halla en los medios de comunicación que exigen disculpas por incompetencia a los demás pero que ellos mismos jamás ofrecerán. Pocas profesiones exigen tanto de tantos y tan poco de sí mismos.
7. En términos realistas, los beneficios a sacar de esta guerra nunca justificarán los costes en los que se ha incurrido
No sabremos el dictamen final de costes y beneficios en Irak hasta que su parlamento se reúna y el poder ejecutivo se forme y empiece a funcionar. Si nos vamos ahora y lo que viene a continuación es un Líbano, entonces, claro que la invasión constituiría un error carísimo. Si damos seguridad al país para que haya un gobierno constitucional que traiga libertad, orden y prosperidad para su sufrido pueblo, entonces será el acontecimiento mundial acogido con más beneplácito desde la caída del Muro de Berlín.
Si americanos y británicos hubieran abandonado la lucha en 1943 – tras Pearl Harbor, la caída de Singapur y las Filipinas, la batalla de Kaserine, Tobruk y otros desastres varios – entonces la carnicería entre 1939 y 1943 habría sido correctamente considerada como una tragedia que no dio como resultado el surgimiento de una Europa libre y el renacimiento de Japón, sino un sacrificio inútil contra el imparable monstruo destructivo del fascismo asiático y alemán.
8. No podemos ganar
En cuanto a la octava queja de que no podemos ganar (o que “la guerra está perdida”), el veredicto todavía está en el futuro y depende en gran parte de nosotros.
Ni los islamistas ni sus defensores autocráticos pueden derrotar a nuestras fuerzas militares. Tenemos la estrategia correcta: Cazar terroristas, proteger el territorio nacional y fomentar insidiosa pero cuidadosamente las reformas democráticas en Oriente Medio (por cierto, una noción imposible con la presencia siniestra de un Saddam Hüssein genocida y bañado en petróleo, dado su historial de atacar a 4 de los países vecinos).
Conclusión
Hasta hemos enunciado, por fin, una exégesis sobre los peligros del Islam radical, el porqué de su odio a la libertad occidental y cómo florece gracias al petróleo, la miseria y la dictadura de Oriente Medio.
Sólo queda una última incógnita: Saber lo bien que una democracia liberal, en el apogeo de su riqueza, comodidad y reflexión autocrítica, puede seguir luchando una guerra en un país lejano contra emisarios de la Edad Media que buscan decapitar apóstatas, volar a demócratas en pedazos y silenciar con la muerte a escritores, periodistas y dibujantes de viñetas. No es cuestión solamente de nuestros valores democráticos contra sus artefactos explosivos improvisados, sino saber si nuestro idealismo tendrá la resistencia como para derrotar a su nihilismo.
O por decirlo más directamente: ¿Es posible todavía que la Ilustración y el poder occidental tan impregnados de profundo cinismo, se impongan a la ignorancia y la auto infligida patología revitalizadas por el fanatismo?
Victor Davis Hanson es historiador militar, escritor y columnista de Estados Unidos. Actualmente es investigador especialista de la Hoover Institution.